Por Mario Valencia
En el rock mexicano, hay un fenómeno maravilloso. Toda banda nacida entre los ochenta y noventa, poseen hasta la fecha, un culto que rara vez presenciamos en actos internacionales. La nostalgia, siempre ha sido un factor predominante para el consumo de música en nuestro país, ya sea para mal con artistas estancados en las viejas glorias, o para bien, quienes logran sobresalir. Afortunadamente el caso de Riesgo de Contagio, es el segundo, pues siempre han sido fieles a su esencia y raíces, quizá el mayor éxito que debamos reconocerles.
Directo de un Mundo Hostil
El pasado sábado 30 de junio en el Centro Cultural España, Riesgo de Contagio se presentó para celebrar 27 años de carrera, con un rock de tintes garage y punk que ellos autodenominan como rock cochino. Pero, ¿lograron reavivar la llama entre sus fans y demostrar que siguen vigentes?
Previo a la actuación de los capitalinos, subió al escenario el trío oriundo de Santiago de Chile, Weichafe, quienes debutaron desde 1999 y llegan a nuestro país con su Nacemos Libres Tour. No pudo haber mejor manera de elevar la energía: su rock es fúrico, con mucha presencia e integrantes carismáticos. En algún momento, el guitarrista y vocalista, Angelo Pierattini, bajó al área de público, le dio su guitarra a un individuo al azar y comenzó a tocarla. Temas como “Fe Maldita”, fueron bien recibidos por los curiosos que apenas se adentraban en su obra, que recuerda en su vibra a los tríos de antaño surgidos durante los años 70. En definitiva, una agrupación para seguirle la pista.
Arriba de un Barracuda
Veinte minutos más tarde, llegaron los festejados del Riesgo de Contagio irrumpiendo con el grito de su líder Fayo. Rock crudo y sin mayores pretensiones que levantar los ánimos del público. Con “Santo Padrecito”, el slam comenzó a armarse entre todos, siempre teniendo mucho cuidado con los pequeños asistentes que acompañaban a sus emocionados padres. Canciones como el cover punk a “Bailaré sobre tu tumba”, “Congelada” y “El Fuzz”, derrumbaron el recinto entre el éxtasis de escuchar aquellos himnos de la década de 1990.
Por supuesto, se hizo sonar la clásica intro de Tommy y Daly, para arrancar el tema “Un nuevo juguete”, que puso a corear a todo el mundo con el clásico “hue hue, pirinola”. Al final, la banda quiso compartir una nueva composición, misma que fue bien recibida pero dejó con ganas de más a sus férreos fanáticos, quienes pedían a gritos “My Name Is Hugo”, su sensacional homenaje al legendario Pentapichichi. Claro, cumplieron y así concluyó uno de los conciertos más agradables en lo que va del año en cuanto al rock mexicano se refiere.
Tremendo recital al cual además de celebrar la ejecución y el sonido, debe reconocerse como respetaron de manera puntual el horario de los asistentes, pues el término se dio a una hora muy decente para trasladarse sin problema por transporte público. ¡Ojalá más eventos aprendieran de este!