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Historias de suicidio y rock n roll: Canciones del ancla

Un disco para aquellos dispuestos a enfrentarse y reconocerse en el dolor de las inevitables decepciones de la vida.

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Lázaro Cristóbal Comala - Canciones del Ancla

La mayoría de los hombres pueden llegar a obsesionarse con el vello. Sobre todo cuando se trata de la barba o el pecho, pues a todos tenemos las axilas, la pelvis, los huevos y el culo llenos de pelos.

Gracias a mis ancestros, tengo la fortuna de llevar en la jeta una barba poblada, acá chida, pero no tremendamente cerrada o crecida como los musulmanes, y mi bigote no es al estilo Emiliano Zapata, pero aprendí a quererlo.

Un buen día llegó mi papá con una navaja de barbero para mantener a raya los pelos que salen arriba de los labios, en los cachetes, la barbilla o la papada. Como buen autodidacta, agarré aquel juguete y me lo pasé cada semana, siempre dejando en mi piel nuevas pequeñas cortadas que no dejaron cicatriz, pero sangraban.

Luego de varios tutoriales en YouTube, aprendí las técnicas y movimientos para frenar las heridas, abrir los poros de la cara, dejarme la piel bien chida, sin vestigios de pelambres, sin chorritos moleros.

Navajas para rasurar. Foto: Pólvora.

Atentados

Es decir, conocía muy bien las hojas Stainless blade de Dorco Co. LTD., empacadas en cajitas de diez. Fueron el primer recurso al que recurrí cuando pensaba que un poquito de dolor físico aplacaría el sufrimiento del alma.

Brazos, piernas, dedos, torso: cualquier parte del cuerpo era buen para deslizar el acero. Lo hacía rápido, sin titubear, sin miedo y claramente sin esperanzas. Me acostumbre un día. Cada cicatriz era una carga menos en mi espalda. O al menos yo me creía esa mamada.

Un domingo cambiaron mis planes: busqué desangrarme de las muñecas, completamente sobrio, encerrado en mi habitación con el seguro suelto, y a ritmo de alguna banda que no me provocara nada más que tristeza: Los Planetas, quizás.

Ya dispuesto, se atravesó un temazo en el Facebook de algún contacto que no recuerdo, pero seguro no fue, no es y nunca será mi amigo, aunque nuestra relación de intereses se prolongó hasta hacernos creer lo contrario.

“Cuando al fin todo esto acabe, y te dé por hablar mal de mí. Cuando al fin quedes con alguien que te de lo que nunca te di, sólo así podrías culparme y te irás como quien tiende a huir, sólo así podrías salvarte de lo que nunca a nadie le di… Lo peor de mí”.

Una excelente melodía para quedarme tendido en el suelo, sin pulso, hasta que mi cuerpo se ponga completamente frío, rígido. Es un blues lento, acompañado de guitarra, bajo y un temerario acordeón que desafía la naturaleza del tema para convertirlo en una crudísima balada norteña.

Pero me clavé, busqué al fulano en streaming y me receté todo el disco…

Lázaro Cristóbal Comala en el Foro del Tejedor
Lázaro Cristóbal Comala. Foto: Facebook

Canciones del ancla de Lázaro Cristóbal Comala

No conozco bien la historia de Lázaro Cristóbal Comala, no es fácil, quizá imposible, encontrar una biografía o autobiografía del cantautor duranguense , pero basta con escucharlo a través de sus letras.

Tiene varias joyas, pero nos vamos a centrar en Canciones del Ancla, un disco de 20 canciones, cada una más cruda que su antecesora, pero al paso de los minutos, se vuelve conmovedor, esperanzador, y un salvavidas.

“Ven amor, que tengo el corazón perdido, y no sé si me han vencido o yo mismo me vencí. Para bien o peor, me ha dado por sentirme vivo, yo sé que no es lo mío, pero vivo peor si soy yo”

Lo peor de mí – Lázaro Cristóbal Comala

De primer chingazo se viene una decena de canciones al puro estilo del blues Comala, pero instrumentados con rock n roll duro, distorsionado y ahogado en una batería que lo mismo desespera por su fragilidad o te quiebra de tan violenta.

“Adiós que abras más ventanas”, “Cuando te hagan mierda”, “Detén tus caballos”, “Canción del ancla” o “Quemar las flores” son un gran ejemplo de lo antes escrito.

Otras son más bien le paran el frenesí a Lázaro, pero entre más soluble se vuelve su agresividad, más profundas son las movidas emocionales que te provocan letras como “Todas las Aguas”, “La ironía de soltar para amarrar el corazón”, “Lo peor de mí”, “Del mar el fulgor” y “Sur” se clavan en esta descripción.

“Y ahora siento que estoy a deshoras. Y ahora vivo para naufragar. Me han disparado diez veces y yo sin sangrar”

Mira si no es un buen día para naufragar – Lázaro Cristóbal Comala

Después inaugura la parte acústica, hay un par de temas dedicados a Johnny Cash; una tremenda versión en español de “A boy named Sue” y otra con el piano más asquerosamente hiriente que jamás había escuchado.

Entonces, la onda se pone bien destructiva. Comala tiene un talento bien atinado para tocarte las fibras más tóxicas del corazón. ¿Por qué? Pues hablamos de un tipo sincero, un hombre que no tiene miedo de transparentar su dolor, uno que todos sentimos, pero tratamos de encerrar para olvidarlo.

Lázaro Cristóbal Comala
Lázaro Cristóbal Comala. Foto: Facebook

Así, como si fuesen las “netas” que intercambias con tus compas en plena pedota, se atraviesan canciones como “Mira si no es un día para naufragar”, “No es cierto que nadie va a Durango”, “Silo y Pararrayos” o “Somos Olmos; no damos peras”.

Y el ancla lanzada desde el barco al mar, y no hay día que no viva bajo un huracán, y mi mano y voz que sembrarán lo que en mi tiempo no veré, y este barco que aun anclado llegará…

Canción del Ancla de Lázaro Cristóbal Comala

Al final, la sensación de desahogo en el corazón me salvó la vida, y seguro que ha salvado tres o cuatro o diez corazones rotos, cien dolores, 200 decepciones, 500 desilusiones.

Entre canciones, lágrimas y falsas ilusiones de cambiar en algún momento, se me hizo de día. La luz de la ventana penetrando mis ojos me recordó que ya era momento de regresar a la oficina, donde pronto estaría de rodeado de onvres asquerosos hablando de culos, cansado por la desvelada, triste por no sé qué razones, extrañando a las personas equivocadas y con muchas ganas de estar en el infierno.

Me volví a desear muerto dos o tres veces más, pero como puedes leerlo… sigo con vida.

Periodista musical egresado de la UNAM; ahora editor SEO, reportero y fotógrafo de esta H. revista digital, con más de siete años en el mundo de las notas, reseñas y opiniones de la industria musical. Interesado cien por cien en la búsqueda de nuevos sonidos, tendencias y datos históricos.

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