Wolfwalkers, una fábula para conectarnos con la naturaleza

Desde siempre, los lobos han sido las criaturas más afectadas por la expansión del hombre hacia nuevos territorios. Para los humanos, son una plaga a exterminar que afecta el ganado y la agricultura. Tan solo ayer, The New York Times compartió la trágica nota sobre como el estado de Idaho, aprobó la matanza del 90% de lobos en su territorio por supuesta protección. Han pasado 350 años desde lo que retrata Wolfwalkers, los mismos problemas con esta “fauna nociva” como se le percibe y francamente, poco ha cambiado.

Nominada al Oscar como mejor película animada y estrenada a través de Apple TV, Wolfwalkers es el cuarto largometraje producido por el estudio irlandés Cartoon Saloon, reconocidos por mantener viva la animación tradicional hecha a mano y el manejo del folclor celta, como hemos visto en The Secret of Kells y Song of the Sea.

La película narra la épica aventura de Robyn, una entusiasta aprendiz de cazadora que llega al pueblo de Kilkenny en Irlanda con su padre, quien es contratado para acabar con una manada de lobos que ronda el bosque. Por su curiosidad, sigue a su padre para verlo trabajar de cerca. Pero todo sale mal y por accidente, le da con una flecha a su halcón mascota, Merlyn. El ave es rescatada por una misteriosa niña, Mebh, quien por un descuido muerde a Robyn. Pronto comenzará su transformación en una wolfwalker, ser mitad humano y mitad lobo. Una situación que la llevará a comprender mejor el hostigamiento al que es sometida la especie por la ambición.

Wolfwalkers es un trabajo impecable en su narrativa y animación. Es el clásico relato de modernidad contra tradición, de comprender y aprender a adaptarse al entorno. La naturaleza no es un rival, es parte de nosotros en busca del mismo objetivo: vivir en paz, conseguir un equilibrio. Es muy fácil dejarse llevar por la pose genial del cazador con su ballesta pero, ¿qué hay detrás de su presa? En un mundo donde la mancha urbana no deja de expandirse, recordar las bondades del mundo más allá del concreto es vital.

La reflexión alcanza otro nivel cuando aborda el tema de identidad. Desde la sutil sátira de las diferencias entre ingleses e irlandeses, características que a la larga chocan entre sus propias costumbres, tenemos el tema de los wolfwalker. Aquí no se trata que ella busque la cura para “su maldición”, sino de asimilar la forma que su espíritu (visto a través de la proyección del mismo) y cuerpo, han tomado. Mebh porta con orgullo el salvajismo de su especie y la lealtad que existe entre la manada. Le demuestra a Robyn que hay un sentido de comunidad distinto al humano. La hija del cazador era la rechazada entre los niños irlandeses: entre los lobos es una más.

A diferencia de la mayoría de relatos sobre licántropos que van enlazados al cine de horror, Wolfwalkers da el salto hacia la experiencia onírica de su protagonista en una fantasía para desmenuzar el tejido social y dejar en claro que también, el viejo orden mantiene un temor hacia la fuerza femenina. Y aunque el final, alegre en apariencia, no deja de ser desgarrador: el mundo avanzará hasta las últimas consecuencias arrasando todo a su paso.

Esta película no necesita el Oscar para demostrar su valía. Necesita que el público la comparta por generaciones para que el mensaje de preservación y contacto con la naturaleza, llegue a la mayor cantidad posible de gente (a pesar de estrenar en la peor plataforma posible para nuestro país). Sí, cae en lugares demasiado comunes pero no demerita la emoción de un salvaje clímax, un diseño de arte impresionante, divertidos diálogos, una amistad inocente y además, sale el tremendo tema “Walking With the Wolves” de Aurora. Que más quieren en la vida.