Cine
Crítica de Peleando Por Mi Vida: una buena idea muy desaprovechada
Peleando por mi Vida se convierte en un ejercicio fallido más por parte de Barry Levinson que sigue sin encontrar el camino en la gran pantalla
El deporte siempre ha sido una interesante metáfora de vida. Ya sea por sus mensajes motivacionales de caer y volver a levantarse o de trabajo en equipo, incluso por su forma de dramatizar historias inspiracionales reales (Volando Alto, 2016; Jamaica Bajo Cero, 1993) o también creando sagas de personajes (Rocky Balboa) o equipos (los Mighty Ducks) memorables que han trascendido en el tiempo.
El deporte siempre ha sido una interesante metáfora de vida. Ya sea por sus mensajes motivacionales de caer y volver a levantarse o de trabajo en equipo, incluso por su forma de dramatizar historias inspiracionales reales (Volando Alto, 2016; Jamaica Bajo Cero, 1993) o también creando sagas de personajes (Rocky Balboa) o equipos (los Mighty Ducks) memorables que han trascendido en el tiempo.
A veces, las hazañas deportivas son una metáfora para la resiliencia, la resistencia y el sobrevivir de una situación impactante como el Holocausto. De primera impresión parecería que la más reciente cinta de Barry Levinson, Peleando Por Mí Vida, usaría ese recurso al contar la verdadera historia de Harry Haft (Ben Foster), quien tuvo que salir adelante boxeando para los nazis y luchando día a día por salir vivo para reencontrarse con su amada.
BARRY LEVINSON: PELEANDO POR SU CARRERA
Aunque la premisa resulta interesante, cayendo en las manos de Levinson, un cineasta que ha entregado cosas interesantes para televisión como The Wizard of Lies (2017) y Paterno (2018) pero que ha perdido el rumbo en largometrajes para cine, el relato se convierte en un melodrama sin final un tanto tedioso y carente de emociones que nos hace añorar al otrora virtuoso narrativo de cintas como Escándalo en la Casa Blanca (1997) o Rain Man (1988).
Aquí, carga demasiado el relato de poco más de dos horas de duración con un romance cursilón que opaca toda buena intención narrativa. Aunado a ello, la edición del filme no lo hace fluir, volviéndose pesada y un tanto difícil de asimilar entre los flashbacks y el tiempo presente, desaprovechando así el verdadero drama de este sobreviviente que es rebajado a una mera anécdota que no impacta ni emotiva ni visualmente.
Y es que el guion escrito por Justine Juel Guillmer, basado en la novela escrita por el hijo de Harry, Alan Scott Haft, nunca encuentra el balance, convirtiéndose en un melodrama que pareciera tener buenos valores de producción pero un relato digno de película de Hallmark que, además, no sabe cómo sacar provecho a este relato de supervivencia y lucha, volviéndose algo meramente anecdótico.
BEN FOSTER: DANDO UN KO EN ACTUACIÓN
A pesar de los problemas que la cinta tiene en ritmo y emotividad, hay alguien que sobresale en el filme y ese es Ben Foster, quien se mete en la piel de Harry y lanza una más que decente interpretación a pesar de los problemas en maquillaje. Con un aire a lo Jake LaMotta de Toro Salvaje con un Richard Dreyfuss en sus épocas setenteras, Foster es quien logra mantener el interés en la biopic.
Su entrega en el papel se nota desde que lo ves subir y bajar de peso para los diferentes momentos de su vida, desde su estancia en los campos de concentración donde pelea contra algunos compañeros por su vida, hasta ese relato ya en tiempos ‘presentes’ de la narrativa, checando todo el proceso de envejecimiento, dolor y añoranza por el que pasa.
El desarrollo psicólogico de Haft resulta muy interesante pues Lidia con una especie de estrés postraumático que no puede superar ni enfrentar. Todo el tiempo decide guardar esa bomba de tiempo constante, incluso en su matrimonio, con sus amigos o sus hijos, donde los fantasmas de un pasado turbio y reprobable para algunos lo persiguen siempre, incluso no lo dejan pelear de la mejor forma, ocasionando una racha de derrotas en el boxeo durísimas, una de ellas ante Rocky Marciano.
OPORTUNIDADES PERDIDAS: LOS ROUNDS PERDIDOS DE LA PELEA
Lamentablemente, esa complejidad siempre desluce ante el romance y un montaje que deja mucho que desear. Esto también afecta a los personajes secundarios que rodean a Foster, que parecen estar ahí solamente para que él luzca de la mejor manera. Si bien existen algunas apariciones un tanto memorables como la de John Leguizamo o el gran Danny DeVito, solamente aparecen para tratar de hacer más ligero el tabique de cinta que se siente tan pesada y sin sentido cual pelea de Canelo Álvarez.
Esto también opaca una buena fotografía y el trabajo en diseño de producción, que si bien si cargan en algunos momentos con el lenguaje cinematográfico necesario, muchas veces pareciera que se olvidan y se inclinan más hacia un producto de telenovela sofisticada. Es así que el trabajo de Levinson parece nunca encontrar ese tono necesario para un relato que, en manos de un Spielberg, podría haber hecho un producto de mejor hechura.
Así, Peleando por mi Vida se convierte en un ejercicio fallido más por parte de Levinson que sigue sin encontrar el camino en la gran pantalla que lo llevó a ser uno de los nombres más importantes de Hollywood para caer en un melodrama que pelea u a y otra vez por ser creíble, emotivo y con corazón pero que es tirado a la lona una y otra vez, sin dejar que Haft y su biopic lleguen a lo más decente de la clásica fórmula del género, haciendo que la verdadera pelea sea por no dormirse en la sala.