Pólvora Live
DLD en el Auditorio Nacional: un Coloso para un Gigante
Si hay algo que puedo decir con certeza, es que a estos monstruos del rock ya les queda chico el Auditorio Nacional
Hace unos años, cuando estaba morro, escuchaba charlar a mis tíos y primos cuando regresaban de los conciertos. Decías cosas que para mi cabeza eran completamente incoherentes, y la mayor mamada de todas, la que me quedó grabada en la cabeza hasta el día de hoy, era eso de “al chile le quedó chiquito el escenario a esos weyes“. Solo podía imaginar a los músicos todos apretados, algunos, tal vez, abajo de las tarimas, y acomodados en el suelo, tocando entre dificultades. Un niño al fin y al cabo.
Pero hoy día puedo dimensionarlo por completo. Me pasa a menudo, y la frase brota de mi boca como si toda la vida hubiera sido consciente de su significado. Es curioso, pero hay gente tan enorme de alma, espíritu, corazón y pasiones, que cuando entra a cualquier lugar a demostrar su talento, lo sientes grande, inmenso. Todo alrededor se vuelve pequeño, insignificante.
Les queda chico el Auditorio Nacional
Tres de esas personas han tocado desde su juventud en una banda de nombre DLD. Son Paco, PJ y Erick. Tal vez los recuerdas de grandes éxitos nombrados “DIXIE”, “Arsénico”, “Un Vicio Caro es el Amor”, “Estaré”, “Todo Cuenta”, “Pagarás”, entre varias otras. Pues ellos, únicamente con sus instrumentos colgados al cuello, son capaces de volverse gigantes cuando entran al escenario.
Los pongo en contexto: el Auditorio Nacional, recinto reconocido por ser la tarima donde únicamente tocan los y las más chingonas de la historia, está lleno de fanáticos que únicamente pagaron un boleto de cientos de pesos para escuchar sus más famosas melodías. Gritan en cada oportunidad, festejan, se alborotan, alientan. Se saben de memoria lo temas. Y muy probablemente se saben su vida, su carrera, sus secretos. Algunos vienen de la colonia de enfrente, o de la trasera, de la alcaldía vecina, del Estado de México, Querétaro, Hidalgo, Puebla, Quintana Roo.
Llegaron decenas de ellos al Coloso de Reforma con un semblante triste, con los hombros caídos y zapatos de concreto en los pies, pesados, dolorosos. Hartos de trabajar. Cansados de pasar horas y horas en un lugar que no imaginaron y del que quisieran huir, esperando el momento en que por fin estarían frente a sus ídolos.
Luego, presencian un espectáculo de aquellos. Minimalista un tanto. Con solo unas pantallas y un show de luces. Concentrado cien por cien en la ejecución musical, en los arreglos, los tiempos, contratiempos y silencios; en la melodía, armonía y ritmo. Obviamente ensayado hasta en el más mínimo detalle. No se necesita mucho más para divertirse. Ni fuego, ni espectáculos circenses, ni complicadas coreografías de Tiktok. Solo unos sujetos que lo aman, y lo pueden externar.
En la guitarra un libertino Neville tocando lo mismo un hard rock que un punk rock, un R&B, un rap, un pop rock, y lleno de riffs, todavía devoto de la música con solos, además de una facha majestuosa. Un auténtico rocanrolero a la Old School.
En la voz, uno de los mejores cantantes que le ha dado México al rock en español. Francisco Familiar. Reconocible a kilómetros de distancia. Apasionado. Cotorro. Salvaje. Cada canción es como ver una obra de teatro. Lo mismo la canta cagado de risa, esperanzado, melancólico, triste o reflexivo, zen, ecuánime. Maestro del manejo del escenario.
En el bajo, un tipo bien cura, PJ. Que nunca pasa desapercibido porque tiene una personalidad única. Es desenfadado, desalineado y excéntrico. Le gusta tocar descalso, ofrecer su cuerpo a las tarimas como si necesitara un sacrificio para darles éxito. Enigmático algunas veces, con miedo, pareciera que escondido detrás de ese gran instrumento. Las apariencias engañan, dice el famoso refrán.
Cuántos, quiénes, dónde y por qué pueden, con el simple poder de sus manos, de sus dedos, de su arte, son capaces de cambiar el mundo de las personas que debulaban por las butacas con las esperanzas muertas o el orgullo abatido, y mandarlos a su hogar con la certeza de que el mundo sigue teniendo momentos extraordinarios por los que vale la pena esforzarse, quizás hasta seguir viviendo. Un milagro.
Hoy, seguro de haber comprendido las frases sin sentido de mis familiares, puedo decir que a DLD le queda chico el Auditorio Nacional.
Setlist de DLD en el Auditorio Nacional
- Némesis
- A partir de mañana
- Sigo siendo yo
- Sea
- A/C
- Devuélveme
- Un vicio caro es el amor
- Se va
- Está bien
- Dixie
- Mecánica
- El mapa de tus ojos
- Reencuentro
- Estaré
- Tóxico
- Pagarás
- Arsénico
- Viernes
- Hasta siempre
- Las cruzadas
- El accidente
- Mi vida (José José cover)
- Todo cuenta
- Por siempre
Nury Solis
3 febrero, 2023 at 9:20 am
Que gran reseña Gustavo, nos mandaron a nuestras casas con el corazón excitado y feliz. Ahora estamos ansiosos del nuevo disco, donde sabemos dejarán el alma. Y nosotros seremos los más felices de seguir por siempre a DLD.