Cine
Baghead, contacto con la muerte: otra película predecible de horror
Baghead, contacto con la muerte, es el nuevo estreno de terror que llega a salas aunque con más defectos que aciertos.
Por: Ed Vázquez.
El diablo no estará en los detalles, y en verdad quisiéramos que lo estuviera para comprender lo que trae entre manos toda esta maldición de clichés en Baghead, y cómo se atreve a ostentar una buena idea tan pesimamente mal ejecutada en esta ópera prima de Alberto Corredor. Basada en el cortometraje del mismo nombre y del año 2017, escrito por Lorcan Reilly, y que en esta ocasión amplía su casting con Freya Allan, Jeremy Irvine, Ruby Barker, Ned Dennehy y Peter Mullan.
A veces las mejores ideas se conciben en envases pequeños y en el mundo de la cinematografía, se destaca mucho un cortometraje de un largometraje y viceversa. Así que, en esta ocasión, y de manera indirecta se nos deja saber lo que “debes” o “podrías” hacer de manera buena y aquello que no deberías realizar al trasladar una idea pequeña a algo grande. Porque es mejor algo pequeño y rinconero, que algo grande y dormilón. ¡Y sí, hablamos del cine, mal pensados!
“Tú eres lo único que se interpone entre ella y el mundo exterior”: De qué va Baghead
Iris (Freya Allan) recibe la noticia del deceso de su padre (Peter Mullan) y con ello, la noticia de que ella ha heredado un antiguo bar. Así que emprende un viaje al cual se suma su mejor amiga, Katie (Ruby Barker).
En el lugar Iris, es recibida por un abogado de aspecto sombrío (Ned Dennehy) que le hablará de tan singular herencia. Lo que ella no sabe es que firmará unas escrituras, las cuales la ligarán como protectora a una maldición y entidad oscura, la cual habita en las entrañas oscuras del sótano de dicho lugar: Baghead, es un ser que cambia de forma al consumir algún objeto del fallecido con el cual quieras contactar, pero todo tiene un costo.
¿Cuál es el costo? Que el espectador sufra durante hora y media en donde una buena idea se retuerce terriblemente muchas veces al grado de ejecutarse terriblemente mal, volviéndose cansada y repetitiva, la cual manda al carajo sus propias reglas dentro de su universo, sosteniéndose en una zona de confort en donde no sabe hacia dónde o cómo dirigirse.
El primer acto es un endulzante de rapidez y contundencia, pareciendo algo atractivo y con mucha seguridad. Es así como una primera historia es puesta sobre la cámara con paciencia y detalle, cargada de drama.
Luego, en su segundo acto, se convierte en un cliché andante y algo que acaba pronto para que el tercer acto se convierta en un tutti frutti de baches eterno lo cual, es culpa de los guionistas Bryce McGuire y Christina Pamies, quienes entregan un típico terror moderno donde todo se basará en al menos uno que otro jump scare (siendo uno muy efectivo casi al comienzo de la cinta, pero que deja muy desgastado a todos los que quieran llegar luego) y una banda sonora a todo volumen que molestará a la sala de al lado.
Las ideas se establecerán en ciertos puntos importantes de la trama, para luego insultar al espectador y pasar todo lo planteado por el arco del triunfo.
Si bien, la premisa de la película era algo muy interesante y “sencillo” de llevar a cabo, es algo que se desgasta muy rápido en su desarrollo, volviéndose tedioso y muy repetitivo al darle muchas vueltas a lo mismo cada cierto tiempo. Y es que, hablando de la trama, esta es fácil de digerir aunque nos dure cuarenta minutos nada más y no sepamos hacía donde navegamos en lo que resta del viaje. Así que, con ello, el mayor pecado del guion es darnos personajes con los que no podemos empatizar o entender su dolor, no entregar un buen desarrollo de cada uno.
Pero la gota que derrama el vaso es la subtrama que tiene algo de pies y avanza tropezándose, pero no lograr tener una cabeza para ser dirigida y volverla mucho más interesante, convirtiéndose en una burla por momentos, pero eso sí, es digno en drama (si Televisa tratara de meterse al terror) y con su propio giro de tuerca, el cual llega a rozar hacía el desenlace como algo realizado por la misma saga de Saw y que es muy sacado de la manga.
Quizás para el más distraído les tome por sorpresa dicho final y esto deje de ser del montón como en otras producciones que hemos visualizado últimamente, pero es un deus ex machina muy pesimamente ejecutado, el cual no sabe de que manera cerrar su propio embrollo, complicando aún más la trama que no tiene sustancia, pero si una fórmula ya muy expuesta.
Al haber pasado ya por el guión y dando una visceral antesala, podríamos hablar y destacar en ciertos aspectos a su director, Alberto Corredor, que, a pesar de ser su ópera prima, tiende por momentos a tener una dirección sólida con ciertos trucos visuales que se quedan en ello, un acto de trucos sin mucha presencia.
El ambiente que nos intenta ofrecer Corredor es atmosférico, aunque nunca llega a explotarse del todo. Su ojo sabe cómo y dónde intentar colocar la cámara para que sea rescatada por la fotografía de Cale Finot, la cual es decente, envolvente para la pupila menos exigente; resaltando una que otra cosa igual que su diseño sonoro, el cual se convierte en una trituradora o malestar en zumbido y ruiditos que acecha tu espina dorsal y taladra poquito tu oído para estar atento a lo que venga.
Quizás otra de las flaquezas de la cinta es el cast, los cuales están comprometidos, pero no nos transmiten algo genuino para al menos salvarnos del bostezo. Por su lado Freya Allan intenta por momentos convencernos con Iris de tener miedo, de no poder controlar la situación de ese horror que la acecha; siendo el último acto una presentación de cómo se diluye su personaje y se reduce a nada por la cuestión del argumento y no tanto de ella.
Del otro extremo tenemos a Jeremy Irvine (Neil) un angustiado, pero obsesivo “enamorado” que no suelta el pasado y quiere acceder a lo que Iris custodia con muchas ansías. Siendo este el hombre y personaje, el más insoportable del filme, donde su trama es innecesaria, pero nos lleva a entender todo lo malo y una que otra regla para darle motor a esta cinta que se ahoga así misma.
Sin olvidarnos el mencionar a Anne Müller (Baghead) la cual nos da una antagonista muy atractiva, poderosa en pantalla y única a la cual temerle y que nos hace interesarnos más por ella y por su historia que por nuestra protagonista. Esto podría ser otra cosa para que el filme se salve, pero termina siendo abrumada por un guion que no se toma a consideración el desarrollar bien la historia de este personaje, y cuando intenta hacerlo por no dejar un hueco a la hora de establecer y contradecirse en su historia. Todo ese momento lo deja caer de manera rápida y sin sentido como un costal de papas.
Alberto Corredor sale bien librado en ciertos aspectos, pero por otro lado y al ser su ópera prima en largometraje, hay más tropiezos y madrazos que aciertos. Pero se entiende que con “lo poco” que tiene intenta hacer es algo decente que se exprime hasta el cansancio para aprovechar todo lo que anda a su alcance, aunque no llega a colocarse entre los grandes del género, pero si algo decente que podrías disfrutar en un maratón palomero de terror o en tu viaje por carretera o avión.
De lejos y entre sombras no genera la tensión necesaria para otorgarnos un grito escalofriante. A veces lo menos es más y lo más es menos, en este caso cualquiera puede realizar y hasta producir un guion, pero es un volado aquellos que terminan arriesgándose y siendo trabajos buenos. Por ahí tenemos el caso de Cuando Acecha la Maldad (2023) de Demián Rugna. Cada elemento dentro de este género debe encajar bien, sin tantas vueltas y con un factor de riesgo que nos asfixie hasta el final, pero sea inteligente a la hora de soltarnos, aunque no sea perfecto.
Un cortometraje nos obliga a establecer algo único y rápido de digerir sin darnos más para no atragantarnos. Siendo directos y rápidos a lo que se quiere contar, aunque el trayecto y armado sea lo complicado. Claro que el largometraje de Corredor tiene sus puntos atractivos, respeta la idea e historia principal del guion de Lorcan Reilly. Pero el desbordar más de lo que nos puede ofrecer esto, no resulta ser algo nuevo e innovador en el campo de juego.
En conclusión, Baghead nos demuestra que lo repetitivo y sin sentido no puede dejarse libre y sin correa, que hay que elegir bien los clichés que ahondaran poco en nuestro trabajo, pero hay que tomar uno que otro riesgo para cambiarlos, transformarlos y ocuparlos a nuestro favor sin abusar de ellos.
Así que, aunque aquí se aprovecha lo que se tiene al alcance de la mano, sin duda alguna vamos a querer que nos pongan un costal en la cabeza para dormir y bostezar de vez en cuando y por unos minutos, hasta que se prendan las luces y puedas ir por un refill de palomitas y refresco a la dulcería.