Entrevistas
José Eduardo Castilla sobre Aguacuario: un retrato de las aventuras sencillas de la infancia
Aunque la creencia general es que el cine mexicano solamente tiene propuestas comerciales dignas del olvido, hay cineastas que saben crear historias a partir de los cortometrajes. Tal es el caso de Aguacuario y su director, José Eduardo Castilla, quien buscó rendir homenaje a sus raíces en Coatzacoalcos, Veracruz, con un relato sobre una purificadora y dos niños. Estos son los secretos detrás de este proyecto que competirá este mes en la nueva edición de la Berlinale.
Creando Aguacario: una purificadora, un sueño y la inocencia de la infancia
“La idea nace de una purificadora de agua que tenía mi abuelo en Coatzacoalcos. Yo soy de Puebla, sin embargo, mi infancia estuvo dividida entre ambos lugares. Ahí nos tocó trabajar a todos los nietos y ahí sucedieron probablemente los recuerdos más lindos que he tenido en mi vida”, comenzó recordando Castilla. “Cuando decidí que quería hacer cine, empecé a trabajar en este proyecto y terminé el guion en el 2018, cuando estaba saliendo de la prepa. Tenía muy claro que quería retratar un poco lo que yo sentí, y como viví así como la esencia de estas aventura tan sencillas que se tienen en la infancia”.
Al escribir el corto, Jose Eduardo no pudo evitar la sensación de un adiós a su infancia. “Creo que me estaba despidiendo de ella pues había cierta nostalgia hacia la misma, pero también quería hablar de estos pequeños momentos que parecieron ser insignificantes, pero de repente, con el tiempo, te empiezas a dar cuenta de lo importantes que fueron. Para finalmente levantarlo, fue un proceso que tardó años y de repente, la pandemia sucede justo en mi primer año del CCC y este corto se volvió una especie de salvavidas”, expresó.
“Personalmente estaba pasando mucha ansiedad, mucha depresión, y de repente un amigo me motiva a hacer el corto, pues nos detuvieron la universidad y no estábamos haciendo nada. De repente me mudé a Coatzacoalcos y me fui a vivir con mis abuelos durante el resto de la pandemia. Empezamos mi abuelo, yo y este amigo a levantarlo y de repente se empezó a sumar gente, éramos como 13 o 14 personas”, añadió el joven realizador.
Así, Castilla y compañía tomaron el reto de realizar Aguacuario en plena pandemia. “Fueron cuatro días de rodaje, y si filmar en el calor está cabrón, filmarlo en calor con cubrebocas está el doble pero fue una experiencia súper linda. Este fue el primer corto en serio que hice, y la verdad, creo que fue posible gracias a que toda la gente me apoyó. Se sintió como algo muy personal además de que, en ese momento, resultó ser lo que todos necesitábamos, salir y probarnos que todavía no se había acabado todo y que podíamos hacer algo. Aguacuario fue construido a puro amor y esfuerzo”.
Pero una de las motivaciones para el director miembro del CCC era también crear un retazo de su memoria a través de algo que se mantuviera tangible. “Todo esto era como un homenaje a este negocio familiar que fue con lo que se mantuvo a flote y ayudó a mis tíos y a mi mamá durante años. Con ella pagaron sus carreras pero, de repente, cerró cuando empezó la inseguridad más pesada en Coatzacoalcos. Una de las cosas que me impresionó más del cine es su posibilidad de inmortalizar a alguien, un momento o algo, como a mis abuelos, el poder retratarlos y saber que ese corto siempre va a estar“, manifestó.
“Por ello busqué que ellos pudieran salir en él aunque sea en un momentito y ellos no lo sabían. Fue muy bonito, cuando en la primera proyección se vieron a través de un tributo a todo ese esfuerzo y todo ese amor que ellos le dieron a eso y que nos terminó forjando a todos los de la familia”, complementó el director.
El agua y la inocencia: el flujo narrativo de Aguacuario
Hay algunos aspectos mágicos en este inocente relato, como la presencia constante del agua. “Como concepto queríamos que estuviera muy presente e intentamos que la narrativa fluyera a partir del agua. Primero con los garrafones, después con el raspado, con el charquito en donde están jugando, después con el río y el mar. Siempre fue la intención desde el guion que el agua justo formara una parte narrativamente fundamental en lo que se estaba contando”, reflexionó Castilla.
Pero el corazón de Aguacuario recae en sus dos protagonistas infantiles, que tuieron un proceso de elección bastante peculiar. “Tenía claro que quería trabajar con niños de la zona de Coatzacoalcos. No quería llevarme a algún niño actor de algo en otro lado, y pues acá no hay escuelas de actuación. Estuve buscando pequeños no actores en redes sociales y con ayuda de un par de periódicos sacamos una convocatoria para toda la zona de casting. Llegaron como 30 niñas y 10 niños, tanto de Coatzacoalcos, de Minatitlán y de Allende. Empecé como a trabajar con todos, los iba entrevistando y al final llegamos con los dos que quedaron, Marsell Moreno y Hugo Benítez”, declaró Jose Eduardo.
“Desde que los vi por primera vez me percaté de que tenían la chispa que yo estaba buscando. Tuvimos varia semanas de trabajo previo. Reescribí el guion como si fuera un cuento y con ese estuve trabajando con ellos. Hubo muchos juegos y pruebas pero creo que, como resultado, conectaron y son el alma del corto al mostrarnos esa relación que se construye entre ellos dos. Aportaron un montón de cosas de ellos mismos y construyeron unos personajes mucho más complejos y divertidos”, acotó el joven realizador.
Hablando de la inocencia y las juventudes, algo que toca la sección donde competirá Castilla, es aplaudible que se aleje de los patrones de violencia que existen en este país, especialmente en Coatzacoalcos. “Los mexicanos, más que nadie, estamos absolutamente conscientes de la violencia en la que vivimos y la gente de Coatzacoalcos que conozco lo tiene muy claro. Tenía claro que no quería contar algo que obviamente ya sabemos, pues esa es la salida más fácil. Me parece algo muy efectista y medio morboso que todas las narrativas se enfoquen en ello. Es importante abordarlas pero siento que no es lo único que hay que señalar”, aseveró.
“Entonces con Aguacuario quise hablar de la infancia e intenté ser lo más honesto posible en este corto, misma que parte de querer abordar esta época de la vida y como estos momentos tan sencillos que de repente empiezan a tomar mucho más valor. Otra cosa importante fue hacer una mezcla de realidad con recuerdo, por eso toda la estética está medio embellecida, con colores muy saturados pero sin embellecerlo ni empeorarlo a propósito”, añadió.
La sencillez de la infancia llegó a impactar a Jose Eduardo al grado de conmoverlo y hacerlo sentir como niño de nuevo. “Hubo un par de momentos, pero me impactó mucho el momento cuando finalmente los niños llegan a la playa y de repente está una escena donde ya están jugando en el este, con la música y todo. Ese momento fue improvisado pues inicialmente terminaba cuando ellos salían de cuadro y ahí nos quedábamos pero cuando estábamos filmando con una cámara que solo tenía una batería y una tarjeta, entonces de repente, sentí que faltaba algo”, confesó.
“Entonces decidí, con mi fotógrafo, acompañarlos. Nos fuimos detrás de ellos y hay un momento donde se ve como arena que es del fotógrafo corriendo con la cámara. Los niños empezaron a jugar, nosotros estábamos ahí con ellos mientras el sol se iba. Fue una cosa tan espontánea y tan linda que me hizo sentir como si fuera otra vez ese niño, jugando ahí y recuerdo que empecé a llorar. El sol se fue, se acabó y los niños llegaron a abrazarme. Eso se sintió muy cabrón”.
Finalmente, el joven no oculta la emoción que conlleva el ser elegido con Aguacuario para una competencia como la Berlinale.“Es muy impresionante y me emociona un montón que de repente el corto esté llegando a otras partes del mundo. Eso me motiva un montón, pero también me recuerda que el cine es de pura paciencia, consistencia y persistencia. Ojalá esto le pueda abrir más oportunidades de seguirse viendo en más lugares”, concluyó el poblano.