Pólvora Live
DOOM CITY FEST, el festival que debería volverse tradición
Bandas como Mantar, The Obsessed, Amenra y -16- desfilaron por las tarimas del primer Doom City Fest en la Ciudad de México.
El Doom City Fest, un festejo atascado de Doom, Sludge, Heavy Metal y Hardcore ya era por sí mismo atractivo, pero luego se reveló el cartel de primer nivel con bandas como Amenra, Mantar y The Obsessed en los principales actos musicales y el espíritu se elevó hasta el cielo.
Pero no todo fue malinchismo y también hubo proyectos mexicanos que tiraron barrio para darle batalla de la chida a los invitados internacionales. Malamadre, Satánico Pandemónium o 33 demostraron todo el talento que resguarda la raza de bronce.
El show de TEKARRA (Canadá)
Días antes del concierto se anunció que los vasos de cartón o plástico ya estaban más que prohibidos. Tenías que llevar tu propio recipiente para que te sirvieran una chela bien fría. Si por alguna razón se te pasó la advertencia, te daban uno en los bares instalados improvisadamente, pero tenías que regresarlo sí o sí. Nada de andarlo rompiendo.
Una gran medida para reducir los residuos tras el festival, aunque insuficiente. En el piso quedaron abandonados un chingo de flyers, la banda tiraba sus colillas de cigarro al piso, y los plásticos que recubrían la merch (lo discos, por ejemplo), también fueron arrojados indiscriminadamente.
Eso sí, la raza se puso muy creativa. Entre lo más destacado vi gente con cuernos huecos que utilizaron como varo, incluso un carnal con su gorrita de chelas al mero estilo de las caricaturas.
Por cierto, excelente idea mantener los precios bajos y no dar la cerveza a 130 como en todos los pinches festivales en la actualidad. Nunca antes se habían preocupado tanto por mis bolsillos.
Malamadre (México)
Pero la oferta musical tenía que ser acompañada, sí o sí, de un increíble audio para que todo sonara macizo, atascado, para que pudiéramos mover la mata profesionalmente, sin tener que andar chiflando para que le suban a la voz o pongan más fuerte la guitarra.
-16- tuvo algunos problemas, pero nada que una buena revisión del staff no pudiera arreglar en cuestión de minutos. Desde entonces nada volvió a fallar en el escenario principal que montaron en el patio de Sangriento.
El patio de una fábrica de Harina abandonada en Tacuba, por cierto, fue escenario inmejorable para disfrutar el Doom City Fest 2020. Estar bajo aquellas estructuras y bodegas empolvadas te hace viajar a la old school, ¿son los nuevos hoyos funky? No creo, tienen su lado fresa hipster.
-16- (Estados Unidos)
Dentro de cuatro paredes en el segundo piso de las Pizzas Perro Negro, en un lugar más pequeño, poco iluminado y que encierra olores a lo bastardo, montaron otras tablas con amplificadores, monitores y algunas bocinas (tampoco hacía falta la producción del Foro Sol) para las bandas mexicanas.
Todos fueron recibidos por la raza del Doom City Fest con incertidumbre, pero salieron vitoreadas, entre aplausos, chiflidos y gritos de excitación. Además, a diferencia de las bandas principales e internacionalísimas, los locales (desde Satánico y hasta Fumata, pasando por 33 o Malamadre) provocaron tremendos pogos. Sobraron patadas, golpes, rasguños, zapes.
No le piden nada a la escena extranjera, solitos demostraron ser capaces de ejecutar al mismo nivel, con la misma limpieza y mucho mayor impacto entre los asistentes. Bien por ellos. Felicidades.
33 (México)
Tengo que aplaudir sin parar a la gente del público. No hubo pedos, no hubo riñas ni quejas por carnales castrosos, tampoco escuché algo sobre robos, fraudes ni llegó a mis oídos ningún insulto para las bandas participantes.
Además, convivieron en paz con los integrantes de diferentes proyectos que todo el tiempo se pasearon entre nosotros. No hicieron bolitas, no los hostigaron y fueron amables al momento de pedir autógrafos o fotografías. Qué pedo. Todo era civilidad en ese lugar.
Los músicos, por su parte, firmaron merch a lo imbécil, conversaron con la raza, escucharon sus felicitaciones, repartieron abrazos y hasta brindaron o disfrutaban las ejecuciones de sus camaradas sobre el escenario. Eran unos fanáticos más.
Lamentablemente no vi a ningún músico extranjero pegando oreja a las hermanas bandas mexicanas. Tal vez estuve muy ocupado en medio del moshpit, tratando de no recibir un terrible gancho a la quijada como para notarlos.
The Obsessed (Estados Unidos)
Entonces irrumpieron el escenario tres proyectos que me sacaron de la zona de confort. Que me dejaron con el hocico bien abierto cuando asaltaron las tarimas para ejecutar una que otra rola bien pesada.
Primero el multi ovacionado Wino de The Obsessed. Como lo quiere la gente. No dejaron de corear su nombre canción tras canción. Las copas fueron levantadas varias veces a su salud mientras intentaba reventar las bocinas al más macizo estilo del Heavy Metal. Y él se las da de a diva. Mientras toca mueve la matada Sedal, menea el cuerpo al compás de sus riffs, saluda desde la oscuridad del escenario, manda abrazos, y hace like con la mano derecha a sus fieles. Cuando le gritan que le suba, le sube, si le tiene que bajar, le sube más.
Desde Alemania pasaron a tomar lista Erinc y Hanno, los integrantes de Mantar. El tatuaje de AC/DC en el estómago del guitarro te da un indicio de lo que viene. Algo de heavy metal, sí, pero aderezado con riffs del doom y baterías muy punk a ratos, pero bien rabiosas en otros. Le dan tan duro que sólo estoy esperando a que su alma se separe de su cuerpo y esos weyes caigan muertos de un infarto, al mismo tiempo que los oídos de todos exploten, provocando un charco de la más caliente sangre. Es puro y duro Sludge Metal.
Mantar (Alemania)
Al final, los belgas de Amenra. Algo de Sludge con un poco de Hardcore y por qué no, Heavy Metal, Doom, Black Merol y hasta unas atmósferas fumadísimas, pero bien impactantes para el cerebro.
La raza siente algo en el cuerpo, pero también en el espíritu. Algo les recorre el cuerpo de la cabeza a los pies cuando el quinteto pasa de un estado anímico tirado por el suelo, sumido en la melancolía, al putazo de adrealina musicalizada por los guitarrazos explosivos, el bajeo penetrante y las voces violentísimas.
Carajo. No lo hacen una ni dos ni tres veces. Es una constante jugarreta de sus estructuras musicales. Sus canciones están inspiradas en la búsqueda por despertar nuestro sexto sentido. Es un pinche cachetadón al conformismo. Es un ‘saca cacas’ a nuestras ideas, pensamientos, filias, miedos o alegrías.
Verlos en vivo es descubrir que hay cosas más allá de nosotros que simplemente no podemos controlar, otra pinche dimensión. No sé, ya me pegó el pinche ácido que me metí. PERDÓN. No se droguen o compartan ese ajo con la raza.
Larga vida al Doom City Fest.