Cine
El Secreto: Atrévete a Soñar
Te da más sabiduría una galleta china de la fortuna.
Desconocía cualquier cosa relacionada al fenómeno del best seller El Secreto. Francamente, pensaba se trataba una cursi obra de ficción sin saber que en realidad, era un manual de superación personal. Cada quien encuentra apoyo donde se le plazca, lo cual es válido. Pero lo plasmado en la película, El Secreto: Atrévete a Soñar, inspirado por los principios cuasi mesiánicos del texto, solo demuestra una clase de terrible autoayuda, un pensamiento mágico inservible ante una verdadera resolución de problemas. Una oda al capitalismo desenfrenado que ni al señor del Monopoly se le pudo haber ocurrido.
Con las actuaciones de Katie Holmes, Josh Lucas y Jerry O’Connell (sí, el gordillo de Stand By Me), la cinta encamina desde el primer segundo, una maraña de frasecillas motivacionales contra el verdadero antagonista del relato: la pobreza. Aunque al final, si desechamos el 90% de su filosofía barata, quizá puede resultar benéfico para algunas personas que sepan apreciar la amabilidad desinteresada.
En Nueva Orleans, la viuda Miranda Wells (Holmes) trabaja sin descanso para sacar adelante a sus tres hijos. Las deudas comienzan a absorberla hasta que un día, un misterioso hombre (Lucas) ligado a su pasado llega a visitarlos de manera imprevista. Sin esperar algo a cambio, él muestra una actitud bondadosa con la familia, a quien le cambiará por completo su pesimista perspectiva y dará una segunda oportunidad en la vida con una inesperada solución a sus problemas.
Desde el inicio, un manipulador versículo de la Biblia inclina el discurso hacia un peligroso consumismo: grandes camionetas, lindas casas en los suburbios y flamantes computadoras Mac, son clave para disfrutar a plenitud. El Secreto, entre líneas, propicia el maldito aplatane de la sociedad de esperar soluciones milagrosas. Aunque sus guiños hacia un aprecio de los detalles simples como fiestas con dulces en el jardín y pizza para cenar, parecen su propuesta alternativa contra la opulencia, solo son viles distractores ante el “necesitas más posesiones”.
La conclusión es un maldito mensaje de que la felicidad, depende totalmente de tu ingreso monetario. Después de superar el drama adolescente de “oh, somos pobres y por eso nos pasan mil tragedias”, cual aire sacro de la Rosa de Guadalupe aparece un cheque “desde el más allá” para solucionar todo el conflicto de un plumazo. No importó cuan duro trabajaba Holmes, todo es resuelto por el destino divino, una patética cuestión universal. Ahora entiendo a la perfección porque funcionó tanto en EUA, ¡es una celebración a su consumista estilo de vida!
Por si los diálogos no fuesen lo suficiente como para inspirarte a sacarle provecho a tu inexistente opulencia, prepárate, porque encima se atreve a ser un nada sutil espacio de product placement. Coca Cola, Ford, Apple, Cheerios… Cualquier gasto que sea necesario para ser feliz, luce en primer plano. Deséalo, quíerelo, hazlo. O mejor dicho, cómpralo.
Sin embargo, entre el desastre al menos hay algunas cosas rescatables. Además de algunos momentos románticos totalmente sinceros, el segundo tema más abordado en la película es la empatía. Ser bueno con el prójimo sin esperar una recompensa a favor de un cambio en el otro. Si al menos esta idea de ser mejores llega a muchas personas, habrá tenido un logro. Y por intentar un cambio, no se le puede culpar.
El Secreto, al ser un impresionante comercial, da actuaciones dignas de uno, lo mismo en su plana fotografía. No es aburrida, pero aquellos que gusten de los melodramas románticos, encontrarán estas imposiciones ideológicas muy detestables. Ahorra esos pesitos bien ganados para tu casa de ensueño en lugar de seguir jugando al Melate.
Calificación: 4.0