Cine
Crítica de Pasaje Al Paraíso: una comedia romántica a la antigua
Pasaje al Paraíso cumple como una comedia más del montón y explota la vieja fórmula del romance ideal nacido de las diferencias más tontas.
Siempre existe una comedia romántica en cartelera que busca arrancar carcajadas y conquistar corazones del público que la ve. Ol Parker trata de hacer esto al intentar revivir la fórmula de la ‘comedia alocada’ (o screwball comedy, para los exquisitos) con el carisma de Julia Roberts y George Clooney como protagonistas, pero la historia básica hace que ni su presencia baste del todo para salir adelante en un Pasaje al Paraíso bastante turbulento en un viaje más del montón.
LA PAREJA DISPAREJA: EL CARISMA DE PASAJE AL PARAÍSO
Honestamente desde que uno sabe la premisa de la cinta puede saber exactamente qué esperar. Una pareja de divorciados, David (Clooney) y Georgia (Roberts) se ven las caras de nuevo al realizar un viaje al paraíso de Bali (léase como en comercial turístico) y buscan hacer equipo para evitar que su hija, Lily (Kaitlyn De ver) cometa el grave error de casarse tan joven, algo que ellos hicieron y no dio buenos frutos.
Esto deriva en un montón de situaciones de pareja dispareja que, de inicio, debido a la rectitud intachable de la Roberts y la elegancia desmadrosa natural de Clooney, funcionan bastante bien con algunos buenos chistes dentro del guion. Pero la fórmula se agota en un punto, pues la alianza de los odiados ex esposos acaba con este peculiar enfrentamiento de pareja dispareja de forma abrupta, llevándose mucho del humor en ello.
A pesar de ello, Parker confía enteramente en el talento de sus dos veteranos protagonistas que, gracias a la química que tienen desde La Gran Estafa (Soderbergh, 2001), donde también representaban a una pareja divorciada, hasta las otras tres colaboraciones previas, hacen de ésta, su quinta ocasión juntos, una vieja comedia con un relato tolerable. Si bien Roberts ya es una vieja conocida de este género de las comedias románticas, Clooney regresa a ellas desde aquella que hizo en 1996 al lado de Michelle Pfeiffer, Un Día Muy Especial, después de haber jurado no volver a hacer una.
DEL PARAÍSO AL INFIERNO, UN VIAJE NO TAN DIVERTIDO
A pesar de esa virtud, Ol Parker crea en éste, su cuarto largometraje, una postal en vida de lo que sería la vida paradisíaca en Bali (que ni siquiera fue grabada ahí, sino en Australia), tratando de explotar las actividades que el futuro esposo de su hija, Gede (Maxime Bouttier) y su familia tienen para generar momentos de pastelazo carentes de gracia, como una borrachera o quedar varados, para tratar de aumentar el conflicto entre los padres y la hija.
Desafortunadamente, no le sale del todo bien y cae en los tremendos clichés de esa fórmula clásica del cine de los 30s o 40s en Hollywood donde la comedia blanca destacaba. Pero aquí se siente bastante pasada de moda, sin un buen timing lo que hace que este paraíso se vuelva a veces insoportable en lo meloso e insulso de su propuesta.
Y es ahí donde radica el principal problema de esta comedia de enredos, ese tipo de narrativa que se siente anacrónica y que meramente se salva por sus estrellas, dejando todo en la simpleza incluso en las razones metafóricas de la aceptación del amor, de las diferencias que nos unen y de la infalibilidad de un cupido que tiene la esperanza de volver a enamorar a un par de viejos amargados que, en medio del paraíso, encuentran de nuevo cierta dicha y felicidad.
PASAJE AL PARAÍSO: CRÓNICA DE UN ROMANCE ANUNCIADO
Esa nota predecible de la fórmula antes mencionada le juega en contra a los involucrados pues en lugar de sentirse como una historia que fluya, se sabe su fi al desde la mitad a tal grado de que, cuando la resolución llega, se alarga demasiado en darnos ese felices por siempre y a pesar de que se quieran matar de vez en cuándo.
Hay momentos en que, en medio de este paraíso, hasta Clooney y Roberts se sienten como meros atractivos de una gran campaña de turismo o de una de esas cintas bonitas caseras tipo Hallmark. Pero a pesar de un guion absurdo y carente de emociones, la fotografía de Ole Bratt Birkeland es destacada pues explota mucho del factor paradisíaco del filme. Asimismo, captura de buena forma las tradiciones típicas de Bali de una manera respetuosa y sin burlarse de ello.
Esto se suma al esfuerzo de recreación de este lugar con un diseño de producción decente y un vestuario adecuado para la historia, lo que ayudará a que el espectador se sienta en un bello pero tormentoso viaje en el que se crea un escape de la agobiante realidad de la vida citadina, deseando estar por ahí con una buena compañía que no traiga tanto caos o, peor aún, que no sea la ex pareja en busca del amor que se reencuentra por arte del dios del amor.
A pesar de unas reflexiones interesantes acerca de las expectativas de los padres en los hijos y cómo a veces eso lleva a decisiones muy estúpidas, Pasaje al Paraíso cumple como una comedia más del montón que se olvida de las subtramas, de una congruencia narrativa y que sobreexplota una vieja fórmula del sub género que gustará a aquellos que buscan un romance ideal nacido de las diferencias más tontas, dándoles un pasaje a un paraíso donde podrán meramente distraerse.