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Nach en el Pepsi Center de Ciudad de México: un tipo duro quebrado a medio concierto

Con los ojos cristalinos, el rapero español agradeció que la gente vuelva a los conciertos después de una pandemia mundial

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Nach es un tipo duro. Lo demuestra desde el primer momento que toca la tarima del Pepsi Center en el WTC, ante poco más de tres mil fanáticos. Sus canciones hablan de lucha, de amor, de libertad, de ser aguerridos e interesarse por las causas justas.

Su música también refleja estos valores. Son beats de un trip muy denso. Muchos bajos, muchos sonidos industriales del sintetizador, percusiones a tope, sin espacio para que una banda en vivo tire algunos riffs, un solo, la magia. Solamente es él, y un disc jockey a la vieja escuela. Rap del barrio. Música que no persigue modas.

Nach en el Pepsi Center de la Ciudad de México. FOTO: Gustavo Azem / Pólvora

Un concierto para verdaderos fanáticos de Nach con canciones legendarias y nuevos clásicos

Es cuando menos interesante que todo el concierto transcurre no sólo entre canciones. Nach es una persona que conecta maravillosamente con el público a través de sus mensajes que más bien parecen consejos de un papá a su pequeño vástago. Entre cada pieza se avienta un discurso que algo logra mover en las cabezas de los presentes. En su corazón. En su alma. En su accionar diario.

Y la raza se lo toma en serio. Cualquier otro público lo hubiera abucheado a la primera que se tomó al menos cinco minutos para soltar unas palabras de agradecimiento, quitando espacio a una canción. Se hubieran desesperado. Pero ellos no. Son pacientes y escuchan con atención.

Nach en el Pepsi Center de la Ciudad de México. FOTO: Gustavo Azem / Pólvora
Nach en el Pepsi Center de la Ciudad de México. FOTO: Gustavo Azem / Pólvora

Una generación sin celular en el Pepsi Center

Curioso que los celulares quedan guardados. Chicos y grandes prefieren reservar el momento para la intimidad de su cerebro. Excepto cuando una de las favoritas rebota en la bocina. “Amor Libre”, la primera que logra levantar y encender las pantallas led multitudinariamente. Habían pasado, para entonces, unos 35 minutos de concierto. Gente dura. Lo que decía.

Pero toda esa fuerza y voluntad se vuelve frágil cuando en conjunto, dos mil voces y pico corean “oe oe oe oe Nach, Nach”. La cara del rapero cambia completamente. Deja de tener un semblante de “no se sienta un culo mi niño, acuérdese que es mi perro”, a unobde ojos cristalinos. Manos y piernas temblorosas, hombros caídos. Entregado completamente a la idolatría.

De pronto se le salen del alma las lágrimas, no puede creer que después de una pandemia mundial, y con tantas preocupaciones en la cabeza, la gente todavía se da tiempo de ir a un concierto de Nach, pagar un boleto, escuchar atentos cada salmo que se avienta y luego lo levante por los aires con dos simples palabras que hacen vibrar las paredes del foro. Humildad pura.

Es esa una parte de la magia que tienen los conciertos. Es un momento en la vida del artista donde puedes conocer una parte que a través de las canciones de estudio es imposible. Una ventana a entender la música que más te gusta de una nueva forma.

Periodista musical egresado de la UNAM; ahora editor SEO, reportero y fotógrafo de esta H. revista digital, con más de siete años en el mundo de las notas, reseñas y opiniones de la industria musical. Interesado cien por cien en la búsqueda de nuevos sonidos, tendencias y datos históricos.

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