Cine
GIFF 27: Exorcismo, Russell Crowe y el cliché del cine de posesiones
En Pólvora toca hablar del extraño caso del actor ganador del Óscar y con memorables papeles llamado Russell Crowe, que ahora vuelve al terror con la cinta Exorcismo, donde nuevamente se pone sotana e interpreta a un actor poseído en medio de una filmación de, efectivamente, un filme muy parecido a El Exorcista (Friedkin, 1973). ¿Podrá vencer al chamuco esta vez o se quemará en las llamas del infierno cinematográfico?
De que trata Exorcismo
Anthony Miller (Crowe) es un actor problemático que intenta resucitar su carrera cuando consigue el papel principal de un sacerdote en una película de terror sobrenatural cuya trama involucra un exorcismo. Pero a medida que se desarrollan eventos inquietantes, su aparente buena fortuna toma un giro oscuro mientras tolera la presión y el trato humillante de su director (Adam Goldberg). Sin embargo, los traumas del pasado van acelerando su declive. Al presenciar su sufrimiento, la hija distanciada de Anthony, Lee (Ryan Simpkins), recurre a la fe porque parece que algo muy malo sucede con su padre, llevándolo hacia algo más siniestro.
El director Joshua John Miller juega con la idea de crear una película dentro de otra, enfocándose en la vida de Anthony y sus problemas de adicciones que lo han llevado a tomar malas decisiones. En ese juego meta narrativo, existe un arco dramático en el que Russell Crowe enfrenta a sus demonios desde la llegada de su hija. Y aunque el esfuerzo por hacer algo entretenido es admirable, Exorcismo termina por agotar el recurso y ofrecer más de lo mismo.
Aunque el histrión ganador del Óscar trata de hacer su labor de forma convincente, y por momentos lo hace, no se puede sacudir el acartonado cliché de este género en la construcción de su protagónico. Ni siquiera con la ayuda de actores como David Hyde Pierce o las expresividad de Ryan Simpkins como esta hija acongojada que no sabe cómo entablar una buena relación con su papá, sirven para que el drama y el suspenso mismo del filme se conforme de manera eficiente.
Y es que aunque el factor de la fe, los fantasmas del pasado y el abuso que forman parte del declive de Anthony son ahondados brevemente en flashbacks o comentarios puntuales, jamás se siente el vínculo entre padre e hija entre ellos, restándole fuerza al relato. Inclusive, cuando la historia abarca esos dilemas, lo hace de cierta forma moralina sobre la falta de creer en algo así como los pecados cometidos que se sienten un tanto aleccionadores, similares a un sermón católico de misa dominical.
A pesar de esa falla en su historia, en el aspecto técnico si hay cosas interesantes. La fotografía de Simon Duggan (Furiosa, Hasta el Último Hombre) es correctamente usada al crear atmósferas con la paleta de colores que usa, una que va desde el amarillo y la pequeña en lugares oscuros, hasta el azul y blanco de reflejan la frialdad de los momentos de abandono y maldad. Eso, además de un manejo de las sombras interesante y, eso si, un excesivo uso de oscuridad.
Claro que Exorcismo tampoco es ajena a los clichés del jump scare, algo que es usado en la cinta de formas a veces efectivas y otras bastante ridículas, pero que en algún público despistado pueden funcionar. Ni qué decir de las muertes o los efectos prácticos usados aquí. En ese sentido, hay un maquillaje que, por pequeños instantes, luce bastante bien pero cuando Miller decide apoyarse en los efectos digitales, pierde mucha de la fuerza de ese sentido que, justamente la madre de todos estos filmes, El Exorcista, supo aprovechar: el realismo de un mal cercano, inherente e invisible ante nosotros que es capaz de corromper lo más inocente.
Ese es justo otro de los momentos más flacos del filme, pues el mal aparece desde el principio sin ser realmente invocado, como algo que estuviera ya desde la grabación del exorcismo falso pero que jamás acecha al más puro, sino que ataca y mata al por mayor porque puede. Ni qué decir de su víctima, pues Anthony es todo menos inocente, más bien es alguien con el alma impura, no creyente y cuyas culpas del pasado lo atormentan, ratificando el punto del abuso y la maldad detrás de la religión de una forma bastante banal.
Así, este Exorcismo carece de la fuerza de otros filmes y opta por irse por la fácil en la repetición de los estereotipos clásicos de este subgénero, perdiéndose en la tremenda seriedad de su narrativa que por momentos entrega instantes pantanosos en la trama y que nos regala un papel más de Crowe que sigue navegando sin brújula fija en cintas de bajo presupuesto y de dudosa calidad narrativa. Esperemos que al menos se esté divirtiendo haciéndolo.