Cine
Ghostbusters: el legado, una celebración a la nostalgia ochentera
¿A quién vas a llamar… de nuevo?
Hacer esta reseña fue un debate que me llevó días. Amo Ghostbusters desde joven, las películas originales, la caricatura con Pegajoso y el videojuego del 2009, todo me parece una genialidad. Todo, menos la sobre explotación descarada que ha sufrido la franquicia desde aquel intento de reboot en 2016. En cambio, Ghostbusters: el legado, es una pieza interesante; poco trata por ofrecer algo novedoso. Al contrario, es la epítome del fan service, complaciente y fácil de digerir para hacerte suspirar en la sala mientras recuerdas tus años mozos.
Aunque la película logra algunos momentos encantadores de la mano de su protagonista, Mckenna Grace, lo más importante que deja es una reflexión: ¿qué tan sana sigue siendo la nostalgia para la industria?
De LLeno a Ghostbusters
Ubicada como la tercera parte de la saga (aunque Ramis y Aykroyd dijeron que el juego de 2009 lo era pero bueno) Callie Spengler fue abandonada desde pequeña por su padre, a quien le mantiene un rencor en particular tras preferir el exilio a quedarse con su familia. Tras el fallecimiento de Egon, Callie hereda la granja donde vivió durante 30 años. Aquí cedemos el paso a su hija, Phoebe, una escéptica científica que pronto descubrirá el último gran proyecto de Egon y una realidad de la cual era ajena: los fantasmas existen.
Ahora que la amenaza ha sido liberada de nuevo, dependerá de ella y su amigo Podcast, un amante de las teorías de conspiración, ponerle un alto en nombre del legado de los Cazafantasmas. Nada de esto es spoiler pues la caracterización de Grace para asemejar al difunto Harold Ramis, es evidente de aquí a la Patagonia.
Precisamente lo mejor de Ghostbusters: el legado es la actuación de Mckenna Grace pues aunque al principio parece que será la insoportable sabelotodo, es un encanto con mucha actitud, por más que la disfracen de Egon. Algo demasiado interesante es esta cualidad andrógina que tiene a pesar de su corta edad, ya sea por táctica para acercar más fácil a los jóvenes sin distinción de género o simple coincidencia, vuelve al personaje único.
Su personalidad alcanza un máximo al relacionarse con Podcast, interpretado por Logan Kim. La mancuerna de pareja dispareja junto a este chico, productor de su propio podcast de conspiraciones y leyendas legendarias (jo jo jo) es amena y los chistes incómodos e inexpresivos que cuenta, incluso durante el clímax, son una joya. Mi favorito: “¿cómo llamas a un oso polar muerto? Nada, ya está muerto”.
La parte del drama familiar fue un giro fresco a la fórmula de solo soltar broma tras broma. Cuando conocemos a los Spengler, su realidad es deprimente, sin un futuro en concreto. Aunque a nosotros no se nos oculte nada de información, Callie oculta el origen Cazafantasma de Egon durante gran parte de la cinta por frustración ante su abandono. Pero al existir esta reconciliación, incluso consigo misma, es de lo más conmovedor.
El resto de la película… se sostiene a partir de la nostalgia y nada más. Cuando hasta a Paul Rudd lo quieren convertir en Rick Moranis, con ademanes y las mismas acciones, sabes que algo no está bien. Desde la primera escena, lo primero que vemos con claridad son dos elementos: la trampa para fantasmas y el PK Meter, prueba de un incansable maratón de referencias que van desde mismos encuadres, diálogos a famosos cameos.
De nueva cuenta tenemos a los mismos villanos de la primera parte, Zuul, Vinz Clortho y Gozer, con su dosis de guiños a Vigo. Sí… El Hombre de Malvavisco también aparece, ahora en forma diminuta y adorable, con actitudes de Gremlins para conmover más fácil al público.
Independiente de cuanto nos guste recordar o lo divertida que pueda ser la cinta, hay una observación que es imposible omitir: a Hollywood no le importa si llevas años muerto con tal de seguir lucrando con tu imagen. Lo vimos con Carrie Fisher y ahora con Harold Ramis. Esto es un fenómeno peligroso, pues viviremos en un interminable círculo vicioso de consumo estancado en el pasado, sin deseo de generar nuevas experiencias o personajes. Extraño cuando tomaban decisiones más arriesgadas, cómo cuando hicieron la caricatura dosmilera Extreme Ghostbusters, sosa y edgy para los chavos pero más propositiva.
La magia del filme original reside en lo espontáneo de su humor, la música, la química en el elenco y ese sutil comentario social al contexto neoyorquino de los años 80. Ghostbusters: el legado es una película desesperada por recrear el mismo sentimiento de 1984 cuando éste, nunca volverá a menos que pongas el DVD en tu casa. ¿Cuál será la nostalgia en 40 años si no nos permitimos crearla?
Conclusión
Al principio comenté sobre la dificultad de escribir la reseña sobre Ghostbusters: el legado. Presentía que gran parte de la negatividad se derivaba más de un estado anímico a la calidad del filme. A lo mucho esbocé un puñado de sonrisas en aquella ocasión. Pero quiero amar las referencias, el uso del tema de Ray Parker Jr. durante los créditos y a Paul Rudd, el hombre más sexy de 2021. Es una obra obligada para los fans, de eso no me queda duda, pues la calidad recae en sus jóvenes protagonistas y las secuencias de acción. Para el resto puede pasar desapercibida, al menos hasta que lancen las inminentes secuelas.