Cine
Crítica de La Princesa: pateando traseros entre espadas y artes marciales
La Princesa resulta ser un irregular mensaje de una damisela en peligro también puede patear traseros.
Las historias de princesas suelen considerarse fantasiosas, cursis y melosas, pues casi todas se basan en el principio de nula proactividad. Siempre quedaban en la eterna espera del cuento de hadas, el cliché de ser salvadas por su príncipe azul y vivir felices para siempre. Pero los tiempos cambian y ahora, en esos mundos de cuentos de hadas, existen princesas más proactivas que no necesitan ser salvadas pues lo pueden hacer ellas mismas, cueste lo que cueste. Lo hemos visto en el género animado con Moana (2016), Mulan (1998) o Mérida (Valiente, 2012).
En las cintas de diversos géneros, especialmente la ciencia ficción, existe un mundo de ‘princesas’ diferentes, heroínas empoderadas como Ellen Ripley en la saga Alien, Sarah Connor en la saga de Terminator o Leeloo en El Quinto Elemento; mujeres icónicas en el cine que, si bien no son princesas, han creado sólidas figuras que muestran un sentido de independencia y poder individual al romper arquetipos en un género normalmente dominado por los hombres: la acción.
Sin embargo la nueva cinta del realizador de raíces vietnamitas Le-Van Kiet, quien anteriormente fue alabado por el gran manejo de la acción en Furie (2019); donde una madre en Saigón tenía que rescatar a su hija de un grupo de personas al más puro estilo de Búsqueda Implacable (2008) o John Wick (2014), ahora nos lleva a la edad media con La Princesa para romper esa fábula cursi de la damisela encerrada al más puro estilo de Rapunzel.
Una Princesa que busca sortear miles de guardias abusivos, machos y vulgares a quienes les dará una lección a base de espadazos, pues en la era medieval así se resolvían las cosas, todo esto hasta clamar su añorada justicia y salvar al reino de la figura despótica del macho tirano (Dominic Cooper) con el que rechazó casarse.
JOEY KING Y EL PODER FEMENINO EN LA PRINCESA
La Princesa del título (la siempre linda pero ruda Joey King), actriz que quedó cautivada con el guion de Le-Van por la forma en que el relato rompe los clichés establecidos con estos personajes femeninos, tendrá que recorrer la torre y el castillo, nivel por nivel, acabando con sus rivales en una vorágine de violencia que recuerda a aquella película de policías y ladrones asiática conocida como La Redada (2011) y su secuela del 2014, en donde un agente tendría que hacer lo mismo para salir con vida de una trampa mortal de los criminales a quienes querían atrapar.
La historia tiene una marcada nota hacia ese empoderamiento mencionado, tratando de colocar a la princesa Joey King entre el Olimpo de las chicas badass del cine antes citadas (y las que falta recordar), demostrando sus habilidades como heroína de acción. Sin embargo, hay partes en la sencillez de esta aventura que presentan un discurso interesante acerca de la libertad que una mujer tiene de hacer lo que le plazca porque, simplemente, así debería de ser, más allá de lo socialmente establecido por leyes o normas absurdas.
Esto, en plena época de apertura e inclusión, podría causar polémica y desviar indebidamente la mira de la cinta hacia la controversia. Pero francamente, Kiet y su equipo demuestran la capacidad de generar esa acción sin necesidad de etiquetas, rompiendo paradigmas y dando una voz (muy violenta) a la protagonista donde la emancipación sucede a partir de espadazos, hachazos y luchas para demostrar que una mujer no sólo es alguien que debe casarse y tener hijos.
Como es de esperarse, una clave para que la película funcione a partir de la simpleza de su premisa es hacerla entretenida mediante la acción. Aquí es donde King encuentra ese vehículo de lucimiento, motivando a su princesa a través del coraje enfocado a un propósito. Ese aire de venganza trasciende para que ella nunca cese de pelear pues no solo lucha mano a mano por ella, sino por su familia y la injusticia a la que se enfrenta sin dudar siquiera en derramar un poco de sangre para conseguirlo.
Le-Van Kiet explota ese factor en una acción bien montada en la que las que mejor lucen son las mujeres. Al lado de la Princesa, tenemos a Linh (Veronica Ngo), su mejor amiga desde niña que, como ella, entrena artes marciales y las técnicas de la espada y también tiene sus momentos de lucimiento. Incluso la antagonista, Moira (Olga Kurylenko), armada cual Scorpion en Mortal Kombat, luce bien a pesar de su poco tiempo en pantalla.
POCA PROFUNDIDAD EN EL CAMINO DE LA ESPADA
El principal problema de La Princesa y el guion de Kiet radica en los diálogos ramplones, así como la falta de desarrollo para sus personajes. Si bien uno puede empatizar con King durante su constante batalla, las posturas del padre de la Princesa o del misógino Julius (Dominic Cooper) son justificadas simplemente por cuestiones de género y normas sociales de la Edad Media. Hablando del villano principal, si bien Cooper demuestra que este tipo de megalomaníacos le quedan a la perfección, se desperdicia su presencia en aras de que la acción y las chicas luzcan mejor.
Esto, sumado a algunos efectos especiales flojos y la baja calidad en ciertas partes del diseño de producción, hacen que se perciba un aire de video serie B, mucho más cercano a esos thrillers de venganza clásicos del genero de horror setentero donde los pecados de los hombres y sus actitudes machistas son devueltas en forma de recursos sanguinolientos, pero esta vez puestos en un momento como la Edad Media donde el detalle hace la diferencia.
La Princesa, el proyecto más reciente de Le-Van Kiet y que llega a Star+ en Latinoamérica, resulta ser un irregular pero entretenido intento donde se busca sacar del contexto habitual la imagen que se tiene de ellas sin lograrlo completamente, lleno de la especialidad del realizador vietnamita: la acción. Todo eso alrededor de una cinta con violencia bastante explícita que tiene un mensaje bastante simple alrededor de la extravaganza: una damisela en peligro también puede patear traseros.