Cine
El Bastardo, Mads Mikkelsen en un western de venganza y sueños rotos
Después del severo tropezón que fue la adaptación de La Torre Oscura (2017) de Stephen King, Nikolaj Arcel regresa detrás de cámaras para contarnos una historia sobre el poder, la crueldad de la realeza y los sueños de un hombre con El Bastardo, donde nuevamente encuentra en el talentoso actor danés Mads Mikkelsen al protagonista de este relato dramático que lo trae de vuelta a sus raíces.
De qué trata El Bastardo
En pleno siglo XVIII, en los yermos de brezales de Jutlandia, la presencia del Capitán Ludvig Kahlen (Mikkelsen) y su meta por conquistar estas tierras desatará un enfrentamiento épico en contra de un terrateniente despiadado, Frederik de Schinkel (Simon Bennebjerg), que hará lo que sea para impedirlo. De pronto, los deseos de realeza del militar se verán puestos a prueba ante la presencia de gitanos, caos y una peculiar relación con una fugitiva.
Tomando como base la novela escrita por Ida Jessen de nombre The Captain and Ann Barbara, que a su vez se inspiró en una historia real, Arcel coquetea con el western en medio de una cinta de época que evoca por momentos la belleza sutil de la realeza vista en La Reina Infiel (2012). Sin embargo, el realizador danés ahora voltea hacia el menos privilegiado que aspira a ser parte de ese círculo, mismo que lo mira con desprecio desde el inicio.
Esa es la base principal de un relato enfocado mayormente en esa guerra de clases, no sólo con la rivalidad que crece exponencialmente entre de Schinkel y Kahlen, sino también en el encuentro que el capitán tiene con el pueblo errante que circunda el páramo que desea conquistar. Su relación con esa comunidad se da a través del encuentro con una pequeña, Anmai Mus (Melina Hagberg), que poco a poco abre el panorama del amargado aspirante a un título real.
Esta relación involuntaria abre el panorama sobre el racismo y la discriminación que, inicialmente, ejecuta Kahlen ante la incomprensión de la forma de vida de este pueblo ajeno a los daneses, ayudando a que el arco del protagonista se desarrolle de buena forma con una capa donde comparte un paralelismo con el pueblo gitano: son vistos como ajenos, no dignos a formar parte de la corona.
También, Arcel en su guion, escrito al lado de Anders Thomas Jensen, otro viejo conocido de Mikkelsen (Men and Chicken, 2015; Riders of Justice, 2020) no deja de lado otro factor importante: la presencia de Ann Barbara (Amanda Collin) y su marido, quienes han escapado de las garras explotadoras y violentas de Schinkel, siendo uno de los puntos detonantes del gran conflicto entre ambas partes pues la sed de venganza y la intimidación se dejarán sentir en el páramo debido a ello.
El Bastardo cuenta a su vez con grandes actuaciones que acompañan la sólida historia que ha sido bien recibida en su paso por festivales como Venecia, donde estrenó el año pasado. Destacando la labor de Mads Mikkelsen, quien se llevó el galardón de Mejor Actor en los Premios del Cine Europeo EFA por el estoico pero sensible papel de Kahlen. Y es que el danés oscila entre la fortaleza y la sensibilidad de un sueño frustrado, mostrando sin juicios a un individuo con una moral ambigua que se va transformando conforme su batalla se vuelve más dura.
El perfecto complemento de Mikkelsen recae en Simon Bennebjerg, que encarna al despiadado de Schinkel, que en su afán por mantener la tierra que clama pertenecerle, le hace la vida imposible al capitán con tal de doblegar sus anhelos. Su postura, su mirada y su sonrisa un tanto enloquecida le dan un tono siniestro a un líder que es capaz de usar todo su poder con tal de pisar a todos los que se pongan en su camino, logrando un antagonista brillante.
Pero el corazón de este western épico motivado por la venganza y los deseos de una vida mejor recae justamente en las actrices Amanda Collin y la debutante Melina Hagberg. La última le dota una personalidad radiante a su pequeña gitana, dándole un tono de rebeldía e inocencia necesaria que poco a poco influye en el corazón aparentemente helado de Kahlen, siendo un punto de entrada interesante hacia su pueblo.
Por su parte, Collin en su rol de Ann Barbara detalla una subtrama de abuso y búsqueda de libertad no tan distante al anhelo del mismo capitán que protagoniza la historia. Es por ello que sus historias se entrelazan de una forma dolorosa, pues ambos quieren algo mejor en sus vidas pero los círculos de poder, la discriminación o el mismo abuso cometido en contra de ella por parte de Schinkel, le impiden encontrarlo. Esa vulnerabilidad que poco a poco se convierte en fortaleza encausa todo hacia un final inevitable para los involucrados.
En el aspecto técnico, la cinta cuenta con una gran fotografía por parte de Rasmus Videbaek, que sabe cómo capturar la mirada de una cinta de época aunque ahora a través de imágenes más deslavadas que representen la soledad del páramo y la batalla por el mismo, funciona de maravilla. Asimismo, el diseño de vestuario y producción trasladan al espectador a esos tiempos contrastando la opulencia de la realeza contra el lugar donde vive Kahlen de buena forma.
Es así que El Bastardo funciona como un reflejo interesante sobre los deseos rotos, donde el éxito se transforma para dejar de lado la gloria y la realeza por algo más simple, sin dejar de lado los prejuicios de clases así como la percepción de un relato de venganza al más puro estilo del western sin mostrar un bueno, un malo y un feo, sino todo el panorama, mostrando sin miedo la naturaleza de sus protagonistas en un viaje intenso y doloroso que involucra sacrificios y satisfacciones que pueden no cumplir con los anhelos iniciales.