Cine
GIFF 27: Evil does not Exist, un gran drama japonés con tintes de terror ambiental
Después de ganar el Óscar a Mejor Película Extranjera con la interesante Drive My Car, el cineasta Ryusuke Hamaguchi vuelve con otro relato, esta vez con Evil does not Exist, donde el japonés pone el dedo en el vínculo que existe entre la madre naturaleza y el ser humano así como la amenaza constante que hay detrás para romper ese equilibrio y las consecuencias que eso puede traer.
De qué trata Evil does not Exist
En la zona rural alpina de Mizubiki, a las orillas de Tokio, viven Takumi y su hija, Hana. Tienen un día a día tranquilo donde recogen agua del lago, consiguen madera de los árboles y comen udon en su restaurante local. Pero esta paz se ve interrumpida por el interés de una agencia de talentos que busca construir un sitio de ‘glamping’ en el lugar que resulte un escape del estrés citadino. Sin embargo, Takumi sospecha que este proyecto tendrá un impacto en su comunidad que será irreversible y perjudicará su forma de vida y su relación con los recursos naturales que los rodean.
Como otros directores contemporáneos de su país, Hamaguchi toma un tema y lo explora a través de un relato que se da su tiempo para respirar el medio ambiente mediante tomas largas y un tanto contemplativas, sello de este realizador. Y es que el motor de Evil does not Exist reside justamente en la apreciación y aceptación de la naturaleza que rodea este pequeño pueblo y del cual dependen para vivir.
El nipón se enfoca en los árboles y sus copas, en los animales, específicamente los venados, en el cristalino lago y en esa sinergia palpable entre los habitantes del lugar que respiran, comprenden y saben de la importancia de mantener ese balance. Incluso Hana, la hija de nuestro protagonista, se deja llevar por ese espíritu libre, situación que también detona otras problemáticas para el conflictuado Takumi, que parece renuente a abrazar el progreso y preferir la vida tranquila que tiene al lado de sus vecinos y amigos.
La cinta del galardonado realizador explora no sólo la voz de los pobladores y muestra sus actividades y posturas enérgicas alrededor del amenazante proyecto, algo que hace alusión a la gentrificación y el progreso desmedido. No sólo vemos al distraído Takumi y compañía en su armonía, sino que los vemos platicando sobre la decisión de recibir esa obra y las posibles consecuencias que les traería. Asimismo, observamos el lado empresarial y la voracidad de estos individuos que están dispuestos a todo, incluso a mentir, para conservar su inversión y el dinero que conseguirán a través de la millonaria construcción.
Incluso entre los dos agentes enviados a escuchar a los pobladores existe un conflicto interesante entre aquel compañero que busca conseguir el visto bueno a toda costa, como el de su compañera que cuenta con la suficiente línea ética y moral para reconsiderar su puesto y la fatídica decisión que afectará a todos, estando consciente de ello. Ese ese el espíritu del mal que Evil does not Exist plantea. No es la maldad en la naturaleza ni lo desconocido, sino en las almas y decisiones de los hombres que, conscientemente, están dispuestos a arruinar el equilibrio natural.
Es esta disyuntiva la que refuerza el segundo acto del filme de Hamaguchi. Sin embargo, tampoco duda en ahondar en las áreas grises de sus personajes, especialmente de Takumi, cuyo principal pecado es no ser el mejor padre para su hija y centrarse de repente más en otras actividades que en cuidarla. Aquí, el director nipón también juega con el concepto del mal, pero llevado a la crianza y a que nadie esta exento de tomar malas decisiones que, inevitablemente, afectan el destino de terceros.
Otro aspecto fundamental dentro de Evil does not Exist es, ciertamente, la fotografía. Yoshio Kitagawa complementa de buena forma esa visión que Hamaguchi da sobre la naturaleza, a veces calmada y en otras amenazante, juego que obedece hasta el final del filme, mismo que se queda abierto a la interpretación del público. Con ello, la cinta adquiere un lirismo que no resulta para nada sutil, pero sí resulta casi poético en su presentación en la pantalla. A pesar de que, por momentos, la edición resulte abrupta de forma intencional, como si el director quisiera romper el mismo equilibrio que plantea en el filme.
Si bien pareciera que el realizador, quien también coescribió el guion, decide inclinarse por una sencilla historia acerca de la ambición y de los peligros del corporativismo capitalista, Evil does not Exist sorprende por la delicadeza de los terrenos ambiguos en donde no existe lo bueno ni lo malo, solo la naturaleza gris y dudosa de los seres humanos a través de largos diálogos que buscan reflexionar acerca de un solo mal, aquel que corrompe el alma y que quiebra nuestro instinto natural. Ese que, salvajemente, puede salir inesperadamente para mostrar nuestro lado animal y ese lazo inquebrantable con el paraíso que nos rodea que, cuando lo descuidamos, puede volverse un amenazante infierno.