The Mars Volta ofreció una noche alucinante en el Festival Hipnosis

Para alguien que nunca pudo ver a The Mars Volta durante sus años de fama (maldita época de estudiante), el anuncio de su regreso a México, con todo y música nueva, fue un golpe duro al adolescente que vive dentro de nosotros. Estoy seguro que para muchos, el cierre de la quinta edición del festival Hipnosis también fue esa primera experiencia con la banda de Cedric Bixler-Zavala y Omar Rodríguez-López que parecía lejana, casi imposible. Pero después de 12 horas de experiencias extrasensoriales en el Parque Bicentenario en un evento agotado, el anhelo se hizo realidad.

“Ya se divirtieron, viejos”, gritaba un personaje detrás de mi al término de la presentación de Primus. No es que seamos tan jóvenes aunque fue nostálgico pensar que De-Loused in the Comatorium ya tiene casi 20 años. Que rápido pasa la vida.

Quizá empezar un concierto a la medianoche no era tan idóneo para muchos pero una vez que apagaron las luces, el ánimo nunca decayó. Sonidos etéreos se apoderaron de las bocinas y la expectativa solo aumentaba a cada minuto. De repente, uno a uno fueron saliendo. Cedric sorprendió a muchos con su pronunciada barba blanca, muy acorde a la personalidad de poseído que presentó arriba desde el primer segundo de “Vicarious Atonement”.

A pesar de la excelente ejecución por parte de cada integrante, The Mars Volta enfrentó un enemigo en común que tuvo todo el Hipnosis: el audio. No es que fuese malo, sino que practicamente ese escenario (salvo The Black Angels) sonó muy bajo todo el día. Más triste aún cuando escuchar los coros de “Roulette Dares” y “L’Via L’Viaquez”, no se sintieron con la potencia deseada. Dado que el méndigo pelón de la consola de audio (tantos insultos jocosos que tocó escuchar en su honor) jamás mejoró su trabajo, solo quedó resignarse y disfrutar el resto, pues vaya que fue una sorpresa.

Siempre celebro cuando en un concierto, un grupo no se queda solo en la interpretación fiel de como se grabaron las canciones en estudio. Pero el nivel de experimentación mostrado, cúspide de todo lo visto ayer, fue increíble. Disonancias entre introducciones y cierres. “The Widow” sonó tan conmovedora como siempre imaginé, “Drunkship of Lanterns” tan frenética, saturada por los solos de Omar. Habría sido genial escuchar algún sencillo de The Bedlam in Goliath para ver el tratamiento dado. Su trabajo actual sobre el escenario recuerda mucho a la parte en vivo de Dylan por la forma en la que se reinventan canciones escuchadas hasta el cansancio.

The Mars Volta y su viaje al Bedlam

La música habló por ellos casi todo el tiempo pero cuando Cedric al fin habló hacia el público, fue con el lindo detalle de “presentarnos a esta gran familia” que se llevó los aplausos de miles (me encantaría saber cuanta gente cabe en el Parque). “Mi mejor amigo”, dijo señalando Omar. Es bello ver cuando los integrantes de una banda comparten cariño, más allá de las obligaciones laborales. Parecía el final cuando afortunadamente, nos recordaron que aún faltaba uno de sus temas más importantes: “Inertiatic ESP”, precedido por la introducción de “Son et Lumiere”, ambas con nuevos arreglos en el teclado. Perfección.

Es un hecho que Cedric ya no canta como antes. ¿Qué esperaban? Nadie es igual 15 años después. Pero la actuación, el porte y la presencia, hasta la forma de hacer malabares con el micrófono, es inigualable. Como todo artista, creció. Acompañado de la guitarra de Omar y el bajo de Eva Gardner, esta reunión se encamina en una dirección interesante. Lástima que no le cumplieron su petición a Cedric de que Chabelo los presentara como regalo de cumpleaños. Habría sido aún más épico.