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Crítica de Maremoto: los noruegos y su buen cine de desastre

Maremoto se suma a ese cine de desastres noruego que ofrece una fórmula emocionante diferente a Hollywood

AJ Navarro

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Maremoto sigue los pasos de La última Ola y El Gran Terremoto de 9 Grados. Foto: Supra Cinema

Si bien estamos acostumbrados a que la industria de Hollywood sea aquella que llene las salas con cintas de proporciones épicas de desastre (pregúntenle a Roland Emmerich o Michael Bay), en los últimos años el cine noruego ha probado que han aprendido la fórmula y le han dado un toque muy especial. Un ejemplo de ello es Maremoto, de John Andreas Andersen, que se suma a la lista de otras buenas propuestas de este estilo en los últimos años.

Maremoto: entre el desastre y el mensaje ecológico

Kristine Kujath Thorp, Rolf Kristian Larsen y Henrik Bjelland se enfrentan al desastre en Maremoto. Foto: Supra Cinema
Kristine Kujath Thorp, Rolf Kristian Larsen y Henrik Bjelland se enfrentan al desastre en Maremoto. Foto: Supra Cinema

Maremoto comienza con una reflexión interesante, usando el formato de documental para que un personaje nos hable acerca de la importancia de la explotación de los mantos petrolíferos en el Mar del Norte cercano a Noruega.

Esto sirve como el preludio al desastre que estamos a punto de presenciar, uno que más allá del erróneo título que le pusieron en español (no hay ningún fenómeno natural así en la cinta) se cocina lentamente al enfocarse en Sofia (Kristine Kujath Thorp) y Stian (Henrik Bjelland).

Esta peculiar pareja vive alrededor de esta actividad tan importante en este país nórdico. Mientras él es uno de los trabajadores de una de las muchas plataformas que rondan esta zona del océano, ella se dedica a manejar robots que son usados para cualquier tipo de emergencia submarina. Su vida es armoniosa, linda hasta que la tragedia azota su mundo.

Es aquí que entra el mensaje ecológico: la obsesión por explotar a nuestro planeta y obtener el aparentemente inofensivo oro negro de este manto acuífero ha creado que se abra una grieta tremenda en la superficie submarina (cual Pacific Rim y su secuela, pero sin los kaijus) que está a punto de ocasionar un derrame petrolero mucho más grave que el Exxon Valdes o el Deepwater Horizon. Para empeorar la cosa, Stian podría quedar atrapado en medio de ello y sin salida, algo que hará que Sofia ponga manos a la obra para rescatarlo.

Maremoto: no todas las fórmulas son oro negro

La ambición de las plataformas petroleras y las consecuencias para una familia es algo que vemos en Maremoto. Foto: Supra Films.
La ambición de las plataformas petroleras y las consecuencias para una familia es algo que vemos en Maremoto. Foto: Supra Films.

Aquí comienza el factor de diferenciación entre las más recientes cintas de desastre de Hollywood y las del cine noruego. De entrada, si bien hay un par de secuencias impresionantes, es el factor humano el que siempre destaca, remontándose a los grandes clásicos del género en el que la empatía por los personajes era fundamental.

Y es que, como en aquel auge de este subgénero presentado en la década de los 70s (Terremoto, 1974; La Gran Aventura del Poseidón, 1972), Maremoto se centra en el arco de nuestros tres protagonistas, siendo ellos el centro de atención, así como el grupo de especialistas que buscan evitar la peor crisis ambiental creada por el hombre debido a su propia ambición y la indebida explotación de los recursos naturales.

Este patrón, aunque un tanto refrescante para el género después de los excesos deliberados con nula historia, comienza a sentirse como un cliché funcional. Es innegable la huella de los productores, mismos que han fomentado estos relatos en su país a través del díptico formado por La Última Ola (Uthaug, 2015) y su secuela El Gran Terremoto 9 Grados (Andreas Andersen, 2018), donde el factor de una familia en riesgo es el común denominador.

John Andreas Andersen y Maremoto: ¿El Michael Bay de Noruega?

John Andreas Andersen en el set de su primera cinta de desastres, Terremoto de 9 Grados. Foto: Supra Cinema
John Andreas Andersen en el set de la cinta Terremoto de 9 Grados, antecesora de Maremoto. Foto: Supra Cinema

Uno de los responsables de este relato es el realizador John Andreas Andersen. Con Maremoto, que es su cuarto largometraje, marca también la segunda colaboración para una cinta de desastres con los mismos productores. Pareciera que al otrora director de fotografía le ha dado por fascinar a los espectadores con un buen manejo entre el drama, la acción y el suspenso ocasionado por las catástrofes naturales.

Aunque no está cercano a la espectacularidad de sus homólogos en Hollywood, Andreas Andersen ha sabido jugar con los elementos de ese cine, mezclar lo clásico con lo moderno y poder así crear una corriente de cintas que no sólo resultan atractivas o entretenidas, sino que logran cautivar la atención de la audiencia.

El noruego realiza algunas secuencias con bastante maestría y decoro, siendo tal vez el punto débil el exceso de explicaciones o la falta de u ritmo un poco más vertiginoso para la tragedia que enfrentan Sofia, su pareja Stian y su mejor amigo Arthur, sabiendo que no saldrán todos vivos de ello (¿o si?). Aunado a ello, hace del Mar del Norte un personaje incidental más, pintándolo como un peligro inminente de la naturaleza que busca cobrar cierta venganza de la impertinente humanidad.

Con todo y esos momentos irregulares, los momentos típicos de lucha por la supervivencia y algunos otros detalles en su narrativa y edición, Maremoto se erige como una gran opción para pasarla en familia ante una buena cinta de desastres salida de los países nórdicos, demostrando que no todo es Hollywood y que a veces, esas dosis clásicas y lo aprendido de esos clichés puede ser mejor que un Bay o un Emmerich.

Comunicólogo, amante del cine, la música y todo lo que sea cultura. Forjando una carrera en el medio desde 2018 a la fecha. Colaborador en varios espacios, consciente de que un gran poder conlleva una gran responsabilidad.

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