Cine
GIFF 27: Corina, agradable comedia mexicana sobre enfrentar límites
En el ámbito del cine comercial, la comedia mexicana suele muy recurrente y nos entrega resultados bastante irregulares. Pero Corina, la ópera prima de la editora convertida en directora, Urzula Barba Hopfner, rompe con los estereotipos usados normalmente para contar una historia sobre enfrentar tus miedos, romper con tus propios límites y encontrar tu propia voz, algo que la llevó a ganar el Premio de la Prensa en el GIFF 27.
De qué trata Corina
Corina (Naian González Norvind) no sale de su casa más que para trabajar en la editorial de la colonia donde vive. Temerosa del mundo de fuera, ella se refugia en las palabras y las historias. Pero luego de cometer un error con el final de la saga de libros más afamada de la empresa, esta aspirante a escritora deberá vencer sus miedos para emprender un viaje en búsqueda de su prestigiada pero misteriosa autora con la intención de salvar su trabajo y el de sus compañeros.
Una de las principales virtudes del filme recae justamente en la actuación de su protagonista. Naian le da esta maravillosa vulnerabilidad a Corina, a quien vemos pasar del silencio absoluto y del miedo a interactuar con el mundo a, poco a poco, enfrentar ese miedo al exterior y lo inesperado, creando así una aventura para sí misma. Curioso es que, de inicio, la cinta es narrada con una voz en off, como si un tercero fuera testigo de la vida misma de la protagonista, misma que va desapareciendo cuando ella va encontrando su propia voz en este relato.
Pero la magia de Corina también reside en un gran trabajo por parte del ensamble alrededor de ella, especialmente de Cristo Fernandez (Ted Lasso), quien para la segunda mitad del filme se convierte en una pieza clave para el viaje de descubrimiento de la protagonista. Es el choque de la actitud alegre de Carlos, su personaje, con la timidez de nuestro personaje ancla, que crea esta atmósfera mágica acerca de romper tus propios límites y saber apreciar la belleza del mundo, por más caótico que éste sea.
El guion, escrito por la misma realizadora y Samuel Sosa, con quien realizó anteriormente su cortometraje Camila (2018), se llena de una comedia sutil que tiene sus momentos blancos como oscuros mientras resalta no solamente los temores de Corina, sino también el ambiente de la ciudad de Guadalajara a principios de este siglo, dándole una sensación fundamental en la atmósfera que resuena en el porqué la adorable soñadora tiene tanto temor al exterior.
Asimismo, resalta la gran labor musical por parte de Gus Reyes y Andrés Sánchez Maher en la composición del filme que, con muchas percusiones y tintes de ritmos jazzísticos representan no sólo el caos de una ciudad escandalosa de la que ella rehúye, sino que también funcionan como una extensión simbólica de la mente y los sentimientos de Corina, transformándose a la par de lo que ella va viviendo, enfrentando y terminando por ser el el filme.
Ni qué decir del diseño de producción que nos vuelve justamente a esos años en que la tecnología no era tan analógica. Desde los vestuarios, los colores e incluso el no tan excesivo uso de los teléfonos celulares inteligentes y la presencia por ahí de ciertas computadoras de la marca de la manzana que llegaron a ser muy populares por sus colores arcoíris, dotan al filme de Barba Hopfner de esa identidad necesaria para la pequeña aventura que esta rubia amante de las letras está a punto de escribir por sí misma sin saberlo.
Pero es la bella moraleja de salir de nuestra zona de confort y ser capaces de enfrentar aquello que tememos o nos limita la que se conjunta con la magia de la literatura y el espíritu de la voz interna que Corina va encontrando a través de aquellas pequeñas cosas que el mundo tiene lo que enriquece esta bella ópera prima. No sólo es una historia que se aleje de esos clichés casuales de comedia romántica nacional, sino que propone un relato esperanzador sobre cumplir los sueños y romper las barreras para que uno pueda contar, y sobre todo, vivir, su propia historia.
Por ello, esta ópera prima resulta encantadora y nos deja además a una directora que es capaz, como su protagonista, de seguir su propia voz para atreverse a contar un relato lleno de luz con el que la gente conecta, pues en algún momento de nuestras vidas, todos hemos sido Corina, venciendo adversidades y convirtiéndonos en los héroes o heroínas de nuestras propias historias