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Crítica de Elvis: lo mejor y lo peor del estilo Baz Luhrmann

Elvis de Baz Luhrmann nos presenta una carta de amor a uno de los iconos del rock and roll y cultura pop

AJ Navarro

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Hay iconos en la cultura que son difíciles de desmitificar, pero mucho más fácil de ensalzar en alguna biopic en el mundo cinematográfico y Elvis es uno de los cuales ha tenido varias adaptaciones.

Pasó un par de años atrás con la mítica figura de Freddie Mercury y Queen en Bohemian Rhapsody (2018), en donde decidieron borrar todo lo turbio y escabroso de su personalidad para mostrar exclusivamente la parte linda y brillante con todo y las libertades creativas que eso implica.

No así algunas otras como Rocketman (Fletcher, 2019) y los excesos personales de Sir Elton John o Ray (Hackford, 2002) y la dramática pero dura historia de Ray Charles, donde la figura icónica es deconstruída para mostrar al humano detrás del artista, aquel que se equivoca, que se tambalea en una delicada línea de lo correcto e incorrecto y, sobre todo, que muestra los fallos inherentes a la humanidad que nos caracteriza. Estos derivados o causados por el bendito estrellato que suele llevarlos por los oscuros secretos del alcohol, drogas y, cómo no, el rocknroll.

En medio de esas dos ideas llega Elvis, el nuevo espectáculo visual del australiano Baz Luhrmann, realizador que nos ha llevado de las pistas de baile en Quiero Bailar Contigo (1992), hasta las puertas de la vida bohemia en Moulin Rouge: Amor en Rojo (2001) o la historia del gran sueño americano caído en desgracia a través de El Gran Gatsby (2013).

ELVIS, MOVIENDO LA PELVIS A RITMO DE LUHRMANN

Lleno de su estridentismo visual característico y nueve años después de su último largometraje, Luhrmann nos trae a la vida una biopic muy a su estilo, con todos los pros y contras que eso puede conllevar, al tomar las riendas de ni más ni menos que el inigualable y único Rey, Elvis Aaron Presley (Austin Butler), visto a través de los ojos de su casi monstruoso representante, el Coronel Tom Parker (un Tom Hanks a lo Coronel Sanders de KFC).

Esos dos personajes se vuelven la guía de una mirada retrospectiva a la carrera de ‘la pelvis’ más escandalosa que ha habido en el mundo de la música, tomando como base algunos de los momentos más memorables, icónicos y dolorosos de la vida de Elvis al más puro estilo de este realizador, uno que peca muchas veces de una excelente forma visual, pero de relatos planos de poco o nulo desarrollo.

Ese es uno de los puntos flacos de Baz Luhrmann, que nunca quiere meterse en problemas y suele mostrar una historia edulcolorada a partir de sus principios casi bohemios. Aquí, acompañado del resto de sus guionistas, muestran muchas piezas clave del alzamiento y caída de Presley pero las pasan por encima, no ahondan en un desarrollo o verdadero impacto de estos momentos para su carrera y todo lo justifican con los actos maquiavélicos del monstruoso manager, pero en ningún momento explica nada acerca de este dúo.

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Baz Luhrmann se fue por la fácil y presenta una carta de amor a Elvis

Esa libertad creativa e idealización del australiano le pega fuerte en la parte argumental a la cinta, donde no sólo existe un nulo desarrollo que deriva en un enfoque plano de una biopic de fórmula, sino que las libertades creativas de Luhrmann hacen ver al muchacho sureño como un niño berrinchudo sin comprender porqué, por otra parte, lo ensalza como una figura preocupada por su entorno social que abrazaba y reconocía las influencias de la cultura afroamericana en él, situación que dista mucho de una realidad en donde se sabe y se le acusa de la apropiación cultural de la que formó parte.

Mas allá de esos detalles en el guion que podrían hundir al filme, vienen las virtudes de Baz Luhrmann que lo mantienen a flote como el entretenimiento que sabe crear. De entrada, una vez más el director nos mete de lleno ‘tras bambalinas’, es decir, abre la cortina del show al inicio de su historia como lo ha hecho con otras cintas anteriormente, dando la sensación de que estamos ante un espectáculo tremendamente ficticio, pero visualmente poderoso donde los colores forman parte clave de todo.

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Tom Hanks encarna al villano de la historia, el Coronel Parker

Aunado a ello, le suma un inicio con un ritmo frenético narrativo en que las transiciones, la música y las actuaciones juegan un punto fundamental que atrapa al espectador mientras pasamos por los orígenes del gospel y el R&B que marcaron a Elvis, un blanco que mágicamente podría vivir en medio de la comunidad afroamericana como si nada. Haciendo lujo de la fotografía y el diseño de producción que acompañan las diversas épocas que vemos en pantalla.

Pero si hay aspectos que brillan más que la diamantina que usualmente echa en nuestros ojos Luhrmann (y no es queja), son dos. La música y las actuaciones, ambos volviéndose una parte medular de este relato al que le falta sustancia pero que sale a flote por todos los detalles técnicos. La música de Elliot Wheeler, que ha colaborado con el australiano en un par de proyectos anteriores, denota la mano para resaltar los momentos clave del rompecabezas que muestran en el relato, haciendo alusión incluso a algunos temas icónicos del ‘Rey’ para enaltecerlos.

Asimismo, el soundtrack tiene una mezcla de ritmos clásicos con modernos, algo que le encanta también al director, causando una anacronía atractiva. Si bien hay temas de Elvis como “Suspicious Minds” (interpretadas todas por Austin Butler) que no sufren cambios, hay otras canciones que son mezcladas de buena forma con artistas como Doja Cat, Shonka Dukureh, Eminem con CeeLo o Tame Impala que le inyectan un toque especial a un filme donde lo musical resulta clave.

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Austin Butler interpreta los temas de Elvis en este biopic

Por si eso no bastara, tenemos a dos actores que toman posesión de sus personajes de una manera muy destacada. Primero, el infalible Tom Hanks en el maquiavélico papel de villano, el Coronel Parker que se hace odiar y es tan malo como la carne de puerco mal cocinada.

Su personalidad misteriosa de manager despiadado (nada fuera de la realidad) es la voz narrativa de todo este espectáculo digno de Presley. Pero es el joven Austin Butler quien regala una interpretación donde se mimetiza bastante bien con la identidad de Elvis, realizando manerismos y movimientos impresionantes en los que luce como el verdadero ‘Rey’ mas allá de todas las libertades e inconsistencias argumentales que pueda haber. Basta ver la secuencia en que lo presentan para aprobar el poder histriónico que trabajó para este filme.

Comunicólogo, amante del cine, la música y todo lo que sea cultura. Forjando una carrera en el medio desde 2018 a la fecha. Colaborador en varios espacios, consciente de que un gran poder conlleva una gran responsabilidad.

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