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The Mars Volta – The Mars Volta
Omar Rodríguez y Cedric Bixler-Zavala están de regreso como The Mars Volta para lanzar un nuevo disco homónimo. Checa nuestra reseña.
Una década sin una de las bandas más importantes que ha conocido el siglo XXI. The Mars Volta heredó la tradición setentera del rock progresivo como un éxito, atractivo para un público masivo. En una época donde el indie rock y la estética emo marcaron las tendencias de mi generación, ellos llegaron para convertirse en un ícono universalmente aceptado por quienes escuchaban rock en los 2000. Hasta los trves con olor a Tonayán que frecuentaba, reconocían sus canciones y las celebraban. No había nada similar en aquel entonces.
Momentos de hard rock, jazz, psicodelia, ritmos latinos, electrónica, hasta restos de lo que fue At the Drive-In, les acompañó en su sonido. Cuando se separaron, el rock perdió uno de los mejores exponentes que había tenido en el nuevo milenio. Sí, Omar Rodríguez-López y Cedric Bixler-Zavala siguieron adelante con nueva música pero lo creado en placas como Frances the Mute y Bedlam in Goliath, se extrañaba.
Cuando anunciaron su regreso, no supe como reaccionar. ¿Era un movimiento de nostalgia como otras bandas de aquellos años? ¡No, era su regreso en forma con música nueva! Después de años de solo revendernos reediciones más caras que un vocho, The Mars Volta volvió con un sencillo, la antesala de su nuevo álbum homónimo disponible a partir del 16 de septiembre.
Por supuesto, la pregunta estaba en el aire: ¿los años de descanso mermaron en su composición o es una joyísima como las que nos tenían acostumbrados? La conclusión, es un interesante debate.
The Mars Volta: del progresivo al pop
Honestamente, no sabía que esperar de The Mars Volta. Los primeros sencillos son muy distintos entre si. “Blacklight Shine”, track con el que también abre la placa, suena a una progresión natural de su sonido guapachoso. Pero luego llegó “Vigil”… Algo más en línea del dream pop que los guitarrazos a los que nos habían acostumbrado (salvo en Noctourniquet, claro está). Adentrarse en el resto del material no fue sencillo, pues hubo un elemento de por medio que juzgó en la primera escuchada: la nostalgia.
“¿Qué diablos le hicieron a la banda de “The Widow” y “Aberinkula”?”, pensé. Pero conforme avanzaron los temas, entendí que estaba ante un concepto que apela por completo al futuro. Si bien, ahí siguen las influencias latinas como el son cubano de “Qué Dios te maldiga mi corazón”, el resto es música pensada para apreciarse aún más en décadas por delante.
El progresivo guapachoso gradualmente cedió el paso a una vibra de pop futurista, pues al escuchar las distintas armonías electrónicas, es inevitable no mentalizarse a que varias de estas canciones son un escaparate a los sonidos del 2077. “No Case Gain” y “Equus 3” son los mejores ejemplos de ello. En ambos casos, el teclado domina por completo la atmósfera, posee la voz de Cedric de una forma muy etérea hasta culminar en su solo de guitarra. Épico.
Noctourniquet, su último lanzamiento de estudio, presentó la premisa de que “hay un artista en cada uno de nosotros”. Esto conllevó a su nivel más ambicioso de experimentación; varias de sus canciones más complejas se encuentran ahí, entre intensas divagaciones sonoras. The Mars Volta es todo lo opuesto: es el álbum más amable y accesible de toda su discografía. Es un reconocimiento a la base progresiva pero con una obvia ambición comercial. Tal cual, la misma dirección que tomó Peter Gabriel en sus años solistas.
Hay toques de R&B moderno que funcionan excelente en “Shore Story” (que francamente, esta debió ser el sencillo) y “Blank Condolences”. El jazz fusion frenético de los primeros años maduró en una experiencia más calma en la excelente “Palm Full of Crux” y la excéntrica electrónica de su disco del 2012, evolucionó en “Graveyard Love”.
El álbum homónimo de The Mars Volta es una catarsis, en especial para Bixler-Zavala. Más allá del sonido, sus letras abandonan los laberintos surrealistas para transmitir emociones más tangibles, resultados de años de batallas legales contra la mentada iglesia de Cienciología, misma que encubrió la violación a su esposa a menos de Danny Masterson. Su voz no es el grito furioso que los quinceañeros emulábamos en 2005: es apacible, amena, un tranquilizante. “Cerulea” es donde más luce. “Espero encuentres una forma de que todo mejore”, recita. Seguro así será en adelante, Cedric.
Lo admito: la falta de esa esencia pesada a la que nos tenían acostumbrados, sí se extraña. Este no es el disco que la mayoría de los fans esperan pero es el trabajo más honesto que el grupo, podía lanzar en estos instantes. La calidad es innegable y el potencial para acercarse a un público más joven, está. A final de cuentas, ¿cuándo hicieron un disco para complacer a otras personas que no fueran ellos?