Cine
Crítica de Beau Tiene Miedo, la épica surrealista con Joaquin Phoenix que dividirá al público
Ari Aster junto a Joaquin Phoenix, regresan al cine con Beau tiene miedo, un drama épico lleno de surrealismo.
Ari Aster no nació para ser un artista complaciente. Él se ha vuelto uno de los rostros de la trasgresión hollywoodense que tanto falta en la era de lo efímero. Con Beau tiene miedo, a diferencia de su protagonista, el director no teme en quedar como incomprendido ante los fans que lo reconocen más por su trabajo en obras de horror.
Aunque el viaje a la mente de este hombre impulsado por sus traumas puede resultar terrorífico, esta es una tragedia surrealista plagada de humor negro donde el mismo autor, logra un nuevo nivel de proyección de sus propias obsesiones familiares que demostró desde su tesis, The Strange Things About the Johnsons.
Alejado de las ataduras del género que le dio fama pero con una marcada conciencia autorreferencial, Aster utiliza la cámara como confidente y el resultado final es una catártica experiencia para su autor que a la mayoría, le resultará desconcertante, a pesar de la infinidad de lecturas que ofrece.
Beau Tiene Miedo, una compleja exposición sobre los traumas familiares
Beau es un hombre solitario, absorto en su ansiedad y recuerdos. Tras perder un vuelo para visitar a su madre, una magnate del mundo farmacéutico, se desencadena una aventura donde en su camino a casa, deberá revivir su pasado para comprender aquello que lo llevó a vivir aterrado del yugo matriarcal y de paso, dar un severo vistazo a la condición actual a la sociedad en Estados Unidos.
Beau tiene miedo es la neurosis hecha cine. Desde el principio, el espectador aventurero quedará en intriga, fascinado ante un mundo realista irrumpido por la opresión de un algo más grande que nosotros.
Aunque la base del relato es un sencillo duelo entre la madre dominante y tóxica hacia su hijo despojado de toda virtud por su debilidad e ineptitud de enfrentarse al mundo, las secuencias están construidas a manera de que cuestiones cada instante y te detengas a contemplar los detalles que llevan a Beau a una perdida absoluta de la cordura ante una épica sanación de vivir castrado desde niño.
De entrada, el filme destroza al sistema estadounidense en cada una de sus formas. Desde el retrato del decadente paisaje urbano víctima de la pandemia del fentanilo (el nivel de detalle hasta en el andar de los viciosos es admirable), la hipócrita actitud de los norteamericanos con sus veteranos de guerra, el invasivo estilo de vida al que estamos atados donde cada paso es visto por alguien más y hasta el despojo cultural que atraviesa EUA ante la popularidad de una industria como el Kpop, la obra no cesa en lanzar esta clase de comentarios, algunos directos, otros sutiles.
En ese sentido, Beau es muy similar a El show de Truman, pues su inocente protagonista debe liberarse de toda venda para comprender su mundo y aquello que lo ha llevado a estancarse.
Aunque las drogas juegan un papel importante en varias secuencias, no es el único tipo de adicciones que aborda. Ahí entra de nuevo la manía de señalar como el capitalismo nos ha dañado en cualquiera de sus presentaciones. Beau tiene miedo presenta la triste realidad de como llenamos vacíos con cualquier cosa. ¿Soledad? Ahí está el psicoanalista para escucharte. ¿Represión? Algo bueno debiste haber vivido para refugiarte por siempre en ello. Siempre hay una evasión, más que una solución. Me encanta como vemos a un grupo de actores vueltos nómadas hacia su versión de un mundo alejado de los conflictos imperantes, por ejemplo.
A Joaquin Phoenix lo vimos en este declive de sanidad en Joker que aunque obvio en su construcción, es bastante efectivo. Como Beau, alcanza un compromiso incomparable con la interpretación encargada de este hombre aterrado de todo. Sin irse a terrenos exagerados, denota sus ataques de pánico y ansiedad en ligeros movimientos de sus manos, en miradas que transmiten la desesperación de alguien en colapso, reprimido en pesadillas y por su entorno. Para mi, es su mejor actuación, apoyado por el antagonismo de la cantante Patti LuPone como su cruel madre.
Tristemente, está lejos de la perfección. El tercer acto es la dispersión y exageración de metáforas más grande que haya visto, una irrupción al ritmo tan hipnótico que maneja desde el principio. Este elemento fantástico que alimenta el universo de Beau pierde su impulso inicial cuando uno se percata que Aster, quiso gastar hasta el último centavo del presupuesto en cuanto capricho pasara por su cabeza, matando el sentido poético del diálogo y la sugestión por un efectismo muy pobre.
Pero incluso entre el caótico absurdo que adopta al final, Beau tiene miedo tiene un encanto innegable que amerita varias vistas para entender mejor ciertas decisiones autorales.
Conclusión
En un mundo utópico, Beau tiene miedo sería objeto de análisis y debate, resultado de su demandante argumento y estructura poco convencional. ¡Bien podría ser el Psicosis de esta generación! Pero en esta época de recibir todo digerido, la película, muy a mi pesar, está condenada al fracaso en taquilla y al desprecio del consumidor regular. Vaya, incluso la veo lejana de cualquier premiación dado el incisivo ataque a los valores gringos.
Pero está bien, este es el tipo de trabajos que obtienen revaloración con el tiempo y no dudo que se convierta en objeto de culto como ocurrió con El imperio de Lynch, misma que tampoco nadie entendió en su momento (y hasta la fecha sigue con grandes incógnitas). No es un trabajo para “palomear”: es para sentarse, reflexionar y especialmente, sentir las emociones de su trágico estelar. Es cine para entenderse como arte, no como entretenimiento.
La cinta es maestría absoluta en cuanto al uso de los encuadres, dirección de actores y el empleo de un macabro humor. Lástima que sí, ciertas pretensiones rayen en lo excesivo.