Pólvora Live
Setlist y fotos: Andrés Calamaro a contracorriente en Pepsi Center
El Salmón nos entregó una noche exquisita de clásicos para celebrar que seguimos vivos
Desde que el arte le ganó el espacio a la pandemia, cada concierto, festival o evento, me mantengo a la expectante por la calidad de artista que veremos en escena. Uno decadente y acabado por la Pandemia, aburrido y con ganas de huir de nuevo a su cueva, o a un emocionado superviviente, ganoso de tomar lo que la vida le arrebató sin avisar por dos años consecutivos, tal vez más.
Con Andrés Calamaro, la cosa no fue muy diferente, a pesar de reconocerlo como un verdadero superviviente de las modas, del stablishment, del deber ser y de la vida en general, el temor es, ¿lograron tirarlo esta vez?
Al escenario se montó un Andrés Calamaro a lo clásico, como una banda de rock únicamente acompañado por una guitarra, un bajo, un teclado y una batería. No necesita más, ni pide más, ni le dan más. Esta noche sabe que los únicos encerrados entre cuatro paredes somos él y nosotros. Lo mismo da que venga solamente con una maraca. Queremos verlo, escucharlo, admirarlo, saber que está bien, que sobrevivimos juntos.
De vez en cuando deja de ser el protagonista. Se deja acompañar por un solo de guitarra, un tremendo jam de teclado o tamborazos solitarios que le dan la pauta para saludar al público, distraerse, admirándonos de vuelta. Reverencias hizo muchas.
Agradecimientos, aplausos, se toca el corazón, la cara y se abraza el pecho a sí mismo. Está agradecido. Se nota. Se lee.
Pero así, con todas las limitaciones que pudiera soponer una orquesta tan pequeña, Calamaro es capaz de reventar las bocinas a ritmo de Hong Kong, recetarnos una bonita rumba, una balada, ponernos al slam a saltar o hasta ejecutar una cumbia como si aquello fuera la mismísima Sonora Dinamita.
Ecuánime como sólo él sabe serlo, paciente como los años le han enseñado, y sabio como los golpes de la vida le señalaron el camino indicado a recorrer hasta llegar a ser el guía que, en el medio de una canción, un discurso deportivo pro tricolor, pro Maradona o apolítico y de rebeldía, se roba toda nuestra atención.
En medio de tanta filosofía, cuando suena el Salmón, nos damos cuenta que nada ha cambiado. Somos los mismos de siempre cantando los temas de hace veinte años, compartiendo vino, abrazos, besos y emociones en el Pepsi Center que hace dos años cerró sus puertas con pocas esperanzas de reabrir.
Rumbo a “Paloma”, Calamaro se desnuda el espíritu por vez primera en todo el concierto. Está cansado, se le nota cansado (pero no rendido, pero no acabado) y prefiere terminar con el concierto. Sincero. Se le dificulta esconder lo que quiere, siente y desea. Ha sido así desde siempre, no empezará a mentir por nada, por nadie.
¿Qué podemos reclamarle al Salmón? ¿Que no tocó sus miles de canciones, que faltaron éxitos de Los Rodríguez, de Los Abuelos de la Nada, o que se le olvidó dejar de ser humano y sentir también ganas de huir, después de haberlo dado todo, no durante una noche, a lo largo se la vida, de los discos, de las giras? Nada. Nada podemos echarle en cara. La noche que ofreció, fue espectacular.
Andrés Calamaro en Pepsi Center setlist:
Bohemio
Hong Kong
Cuando no estás
A los ojos
Socio de la soledad
Tantas veces
Gaviotas
Mi enfermedad
Los aviones
Maradona
Crímenes perfectos
Tuyo siempre
Salud, dinero y amor
Rehenes
Estadio Azteca
No se puede vivir del amor
Salmón
Flaca
Paloma
Alta Suciedad
Son documentos
Los Chicos
De música ligera