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Cine

El Baile de los 41: la importancia de retratar esta fiesta gay del porfiriato

No aceptes entrar a este baile.

Mario Valencia

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Tras mucha anticipación, este 19 de noviembre llega en exclusiva a Cinépolis la nueva cinta dirigida por David Pablos, El Baile de los 41, basado en la famosa redada ocurrida en 1901 en un club de la colonia Tabacalera donde un grupo de hombres, la mitad de ellos vestidos como mujer, fueron apresados en lo que Carlos Monsiváis describió después como “la invención de la homosexualidad en México”, por haber sido el primer suceso de esta índole en hacerse público en los medios. Con las actuaciones de Alfonso Herrera, Mabel Cadena, Emiliano Zurita y Fernando Becerril, la película es un mero pretexto para exhibir la anécdota sin mostrar el mínimo de inteligencia en su desarrollo. Una lástima.

En 1888, Ignacio de la Torre contrajo matrimonio con Amada Diaz, la hija mayor de Porfirio Diaz. Sin embargo, Ignacio solo busca conseguir sus ambiciones gracias a la acomodada posición que esto le brinda. Su interés sentimental por Amada es nulo, pues durante las noches, forma parte de un club clandestino donde varios hombres de la elite política y empresarial, dan cita para darle rienda suelta de su pasión. El mejor resumen que podría darles de este pastiche es: gente elegante camina por largos pasillos y tiene sexo. Vaya manera de desaprovechar un capítulo interesante de nuestra historia, ¿no?

Antes de adentrarnos al desastre, El Baile de los 41 logra algunas virtudes. Para ser un filme de época nacional, se reconoce la titánica labor de vestuario y diseño de arte. No es fácil y claro, tiene sus detalles pero al menos cumple su cometido. La fotografía tiene sus momentos decorosos, solo para verse opacada por las pésimas decisiones de encuadres e iluminación en momentos clave. Desafortunadamente, nada de esto funciona cuando el director, jamás tuvo idea de que rumbo darle a la historia.

El Baile de los 41

De entrada, no existe desarrollo de personajes. Todo ser humano en pantalla solo aparece cual marioneta deambulante esperando el momento de la redada. Si la intención era sentir empatía por el martirio de estos hombres, el trabajo para lograrlo, fue pésimo. ¿Cómo espera que el espectador sienta empatía por ellos cuando todo el tiempo, se encargó de retratarlos como una vil mafia hedonista? Ignacio tiene una supuesta ambición política pero jamás lo ves trabajando en ello. Su preocupación es la vida nocturna y su actuar, ante la hija del presidente, resulta ilógico. Hay un diálogo de ella que resume este problema: “al menos guarda las apariencias”. ¡Si tan solo lo hubiera hecho y mantenido ese “misterio”, habría funcionado mejor!

Siendo el protagonista principal una desgracia, la responsabilidad de llevar la trama es de Mabel Cadena, quien encarna a Amada. Pero, al no decidir el rumbo, no le da su merecido espacio hasta entrada la hora de película. El previo, es una maratónica repetición de miradas bajas y deseo sexual frustrado esperando lo inevitable. El resto del cuadro está plagado de conversaciones triviales, un supuesto intento de candidatura política, orgías sectuarias a la Ojos bien cerrados (sin la genialidad de encuadre, por supuesto) y demasiadas caminatas por corredores. Condensar 13 años de historia, de uno de los momentos de transformación más grande que ha atravesado nuestro país, en eso, es patético.

Sin protagonistas, sin idea del relato y un inexistente manejo del tiempo, esto solo nos da como resultado el mayor defecto que cualquier película puede tener: es aburrida, tanto como una jodida obra de teatro kabuki. Como cereza del pastel, se nota un pobre trabajo de investigación histórico que destaca en los detalles eclesiásticos. ¿Bancas en las iglesias a inicios del siglo XX? Ni siquiera hubo cardenales en México hasta el ’58 (con José Rivera, el mismo que bautizó a las Chivas como el Rebaño Sagrado), ¿de dónde sacaron uno para su regocije? Incluso la forma de expresarse en los integrantes del club, es impensable para la época. No me creo de ninguna forma que un empresario elegante tuviese coqueteos cual colegiala del Marra.

El Baile de los 41 es uno de los desperdicios más grandes de llevar un capítulo interesante de la historia al cine. Guión inexistente, triste edición y hasta un blandengue retrato de Porfirio Díaz, no le ayudaron en nada. Lo ideal es seguir refugiados en casa ante el inminente regreso del semáforo rojo. Mejor desempolva tus VHS de El vuelo del águila.

Calificación: 2.0

Fotógrafo y reportero desde 2015, programador del Festival Macabro, profesor de Historia del cine en la FES Acatlán y coordinador de materiales en Filmin Latino.

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