Cine
Mortal Kombat, la película que los fans de la saga esperaban
Los gringos tienen un término que adoro pero que no tiene una traducción literal: cheesy. Una palabra que usan para referenciarse a aquello exagerado, de mal gusto o burdo. No existe mejor adjetivo que cheesy para hablar de Mortal Kombat, una serie reconocida en el mundo gamer por su excesiva violencia gráfica, sangre, humor negro, un mundo de magia con una cronología errática, actuaciones serie B y diálogos bobos. Mantengan en mente esa descripción, será usada en repetidas ocasiones.
He sido fan de Mortal Kombat toda la vida. He visto la serie en todo momento, tanto en sus glorias como en sus puntos bajos (que vaya han sido lamentables), ya sea en videojuegos y en el cine. Con cariño siempre se recuerda la primera adaptación hecha en el ya lejano ’95: una película hecha para toda la familia donde se sacrificó la esencia violenta en su intento de apelar a un público masivo. Aún así, mantiene un encanto, esa inocencia de llevar la serie más allá de ser la fuente que según el Senado gringo, corrompía a la juventud. Aunque siendo honestos, Cary-Hyroyuki nació para ser Shang Tsung, el villano hechicero al que incluso encarnó todavía en el último juego.
Durante muchos años, se intentó regresar al formato live action pero pocos se animaban tras el desastroso resultado de la secuela estrenada en 1997, una de las peores películas de la historia. A la par, el juego comenzó a perder la popularidad inicial y no fue sino hasta su reboot en 2011, que el público volvió a sentir interés en los sangrientos combates de Liu Kang, Raiden, Sonya, Johnny Cage, Scorpion y Sub Zero.
Con un auge latente por el onceavo juego y el excelente filme animado del año pasado, Scorpion’s Revenge, llega a salas esta semana Mortal Kombat, ópera prima de Simon McQuoid producida por James Wan, creador de Saw y El Conjuro. Quien está leyendo esto, no espera el fino ensayo académico que varios críticos en ocasiones pretenden impregnar hasta en piezas de las cuales, su naturaleza es predecible. No, quieren saber si hay buenas peleas, litros de hemoglobina, fatalities, chistes malos y techno noventero. Dejémonos de rodeos y directo al grano sin filosofía: esta es la película que los fans esperan ver, aunque también hay que ser realistas con sus fallas.
Parecía que otra vez, tendríamos que chutarnos el mismo relato visto hasta el cansancio del primer torneo de Mortal Kombat y la eterna rivalidad entre Scorpion y Sub Zero. Aunque parte de ello se mantiene, el realizador supo darle vuelta a la trama gracias a la inclusión de un nuevo héroe, Cole Young, un peleador de artes marciales en decadencia que se ve atado a la famosa marca del dragón. Pronto conoce a Jax Briggs, Sonya Blade y el mercenario Kano, todos ligados al torneo del cual poco saben en realidad.
Es una fórmula que hemos visto hasta el cansancio pero también es uno de los mejores intentos que haya visto de Hollywood no solo por apelar la historia de un videojuego, sino por homenajear los clásicos de artes marciales de los 70. La acción no cesa en ningún momento, ligada entre diálogos trillados y más adelante, el inevitable ataque del poder de la amistad. Ajenos a la franquicia encontrarán emoción en cada combate, cada uno con excelente coreografía y buenos efectos. Pero los seguidores encontrarán una tremenda satisfacción de lo impredecible que son la mayoría de las peleas, tanto por lo que poco usual que vemos esas enemistades como por todos los guiños que hay a los primeros cinco juegos. No arruinaré el factor sorpresa pero basta con decirles que el primer encuentro verdadero, es entre Jax y Sub Zero. Ya imaginarán el resto.
El reparto es uno de los grandes aciertos de Mortal Kombat. La bella australiana Jessica McNamee interpreta de gran forma a la letal Sonya Blade, con su propio conflicto de no ser elegida para el torneo. Ver a Ludi Lin y Max Huang, encarnar a los dos monjes shaolin, Liu Kang y Kung Lao, es de esas imágenes que se quedan grabadas en la mente por el valor de ver a un dueto tan icónico ser llevado con tanta gracia. Por otro lado está Josh Lawson (House of Lies) como el líder del Black Dragon, Kano.
Kano es lo más cheesy del universo. A falta del galán Johnny Cage, el villano toma el rol de comic relief con los diálogos de referencias más idiotas que hayan sido concebidos. Algunos funcionan, otros dan pena ajena. Al final, es la personificación del dicho “es tan malo que es bueno”.
Sin embargo, entre los personajes también recae el mayor problema del filme. Para cuando al fin logras empatizar con Cole, tenemos la muy gratuita inclusión de Scorpion, más como gancho publicitario que otra cosa. La película funcionaba perfectamente y tenía un argumento sólido sin su participación directa. Ah no, venga ese “Get Over Here”, solo lo hemos visto unas mil veces antes. Triste.
Ok, podemos vivir con ello pero no con lo siguiente. Otra vez el editor cocainómano hizo de las suyas para la película. Aquel individuo que corta a diestra y siniestra sin permitir que la pelea sea aprecie mejor de lo que debería. Esto afecta en momentos clave, como el clímax donde el fan service está a la orden pero solo los más clavados podrían apreciarlo.
Mortal Kombat es el producto de una era distinta al 2021 y el filme se encarga de glorificarlo. A diferencia de cierta película de dos monstruos gigantes, aquí se cumple con sobra lo prometido por un legado que había sido maltratado en cine. Es violenta, boba y muy divertida. Pero si leíste esto sin caer en cuenta todo lo que representa Mortal Kombat o el hermoso valor del serie B, olvídate.