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Crítica de La Gran Libertad: la terrible historia sobre Hans Hoffman

La Gran Libertad pasa de la persecución a la comprensión, de la culpa al perdón en un drama carcelario de gran corazón.

AJ Navarro

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La Gran Libertad

La libertad es, en su estricta definición, la facultad y derecho de las personas para elegir de manera responsable su forma de actuar dentro de una sociedad. Eso implica que la persona no está sometida a la voluntad de otro ni está constreñida por alguna obligación, remitiéndonos a ese espíritu del alma humana de ser libre.

Sin embargo, también es un concepto que encierra diversas interpretaciones, como en el caso de La Gran Libertad, cinta austriaca que fue competidora en la carrera del Oscar por Mejor Película Extranjera para este 2022 dirigida por Sebastian Meise, ganadora del Premio del Jurado en el Festival de Cannes.

AMAR ES AMAR: LA LIBERTAD DE LA IDENTIDAD

El relato, basado en una terrible historia real, narra la historia de Hans Hoffman (Franz Rogowski), un hombre que entra y sale de la cárcel debido a una parte del código penal alemán que existió durante un buen tiempo: el infame párrafo 175, que criminalizaba la conducta homosexual, especialmente hacia los varones, quitándole sus derechos y privándolos de la libertad, como una terapia de identidad impuesta bastante gandalla.

La lucha de Hans es clara y única por una libertad que pocas veces se toca, aquella que involucra a la identidad y el género. Así, el argumento ubicado en tiempos de posguerra escrito por Meise y Thomas Reider, se hunde entre estas cuestiones que van más allá del encierro tras las rejas de un penal, sino de esa libertad fundamental para todos, la de ser quienes somos y expresarlo sin temor alguno a las represalias.

Y es que Hans, en sus etapas en cautiverio, se enamora y sostiene relaciones con otros hombres, mismos que suelen terminar mal por esta represión y persecución, marcándolo poco a poco y ampliando la posibilidad de que, tal vez, la única libertad posible la puede tener en cautiverio.

La Gran Libertad
El relato, basado en una terrible historia real, narra la historia de Hans Hoffman (Franz Rogowski)

NO ESTÁS SOLO: LA DUPLA DE HANS Y VIKTOR

Una de las figuras fundamentales que se vuelve una constante en la vida de presidiario de Hans es la de Viktor Kohl (Georg Firedrich), que resulta ser la antítesis de Hans. Rudo, malencarado y culpable de asesinato, además de tener una dependencia irremediable hacia las drogas, resulta ser el único que parece comprender a Hans, aunque su miedo a la libertad sea por otras cuestiones.

Esta relación tensa de amistad entre ambos poco a poco evoluciona, convirtiéndose en el motor del relato donde, gracias a sus encuentros y desencuentros, el dúo va creando un lazo que los hace enfrentar, por una parte, el miedo a salir de la cárcel y tener una vida normal para Viktor mientras que, con Hans, es la incomprensión de su identidad así como la libertad de género y el pleno disfrute de su orientación sexual, misma que le ha llevado a vivir momentos de rebeldía y tragedia.

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Una de las figuras fundamentales que se vuelve una constante en la vida de presidiario de Hans es la de Viktor Kohl (Georg Firedrich)

LA GRAN LIBERTAD ESTÁ BASADA EN HECHOS REALES

Algo que ayudó para el guion de Meise y Reider fue el escuchar los diversos testimonios y experiencias de aquellos que fueron perseguidos y encarcelados por ser homosexuales, creando una especie de distopía en donde el Estado vigilaba todo y el amor entre dos personas del mismo sexo era considerado pervertido.

Hay que añadir que existe otro factor interesante de realidad, pues Meise decidió grabar en una prisión abandonada ubicada en el este de Alemania, dándole una sensación de autenticidad que ayudó a los protagonistas a entrar en su papel, destacando su compromiso pues Rogowski bajó cerca de 12 kilos y Firedrich pasó un buen rato en el proceso de maquillaje, todo para dotar de un doloroso aire de realismo al relato.

Además, la ambientación posguerra de la Alemania dividida, sumada a una excelente fotografía y una cámara intimista, hacen que Meise nos haga sentir ese ambiente de una nación dividida donde por ser “diferente” recibías la condena de estar encerrado en un campo de concentración o una cárcel, todo gracias a ese infame párrafo 175 que parecía legitimar algo que encuentra ecos de la guerra, una persecución desmedida por no estar en línea con los valores adecuados y que, a la fecha, en ciertos países sigue sucediendo.

La Gran Libertad
La Gran Libertad cuenta con una excelente ambientación posguerra de la Alemania dividida, sumada a una excelente fotografía y una cámara intimista

Finalmente, La Gran Libertad nos cuestiona varias ideas acerca de ese concepto; pasando de la crueldad a la ternura, de la persecución a la comprensión, de la culpa al perdón, en un drama carcelario de gran corazón que remite en ciertas formas a otros dramas carcelarios como Sueño de Fuga (Darabont, 1994) o En El Nombre del Padre (Sheridan, 1993) donde la gran injusticia es ser quien eres.

Esto da como resultado una cinta que puede ser bella pero cruel y que resuena en nuestro presente, con una sociedad que no supera la intolerancia en la que el encierro de uno mismo resulta más liberador que la libertad de vivir sin miedo al sometimiento o al juicio de otros.

Comunicólogo, amante del cine, la música y todo lo que sea cultura. Forjando una carrera en el medio desde 2018 a la fecha. Colaborador en varios espacios, consciente de que un gran poder conlleva una gran responsabilidad.

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