Cine
Crítica de Shazam La Furia de los Dioses, la secuela más divertida de DC
Zachary Levi y David F. Sanberg regresan con una nueva aventura de Shazam, pero ¿habrá vida para éste heroe en el futuro de DC?
Después de la decisión que Warner y DC tomaron de finalizar con el infame Snyderverse para cederle control total a James Gunn, llega un agradable respiro que nos hace ver que tal vez no todo está perdido con ¡Shazam! La Furia de los Dioses, donde este no tan conocido héroe y su familia levantan la mano como lo mejor logrado por ese universo. ¿Será suficiente para que su magia y humor sobrevivan al corte de cabezas?
El héroe adolescente regresa: Batson y lo absurdo de Shazam
Hay que recordar un poco de quién es este héroe que no obedece las reglas de Edna Moda de Los Increíbles (2004), al seguir usando su impoluta capa blanca y tratando de hacer el bien aunque no saber bien cómo lograrlo. Billy Batson (Asher Angel), joven huérfano que llega a un nuevo hogar de acogida, es elegido por un hechicero para ser el campeón defensor de la Tierra a través de la magia y poder de varios Dioses convirtiéndolo en un maduro hombre sexy a lo Superman pero sin la inteligencia del mismo.
Después de vencer una amenaza concebida en el Doctor Sivana (Mark Strong), él y sus hermanos putativos reparten una doble vida entre ser héroes de ocasión así como vivir su adolescencia y todo lo que ella conlleva, tratando de mantener a Filadelfia libre de todo peligro, aunque no teniendo tanto éxito como quisieran. Es en este momento complicado pero hilarante que deberán enfrentar la amenaza de las hijas del Dios Atlas, Kalypso (Lucy Liu), Hespera (Helen Mirren) y Anthea (Rachel Zegler).
Ante la incertidumbre y un síndrome de impostor que no sabe manejar, el héroe que aún no encuentra su nombre por más obvio que este sea (Zachari Levi) tendrá que luchar una batalla por toda su familia para aprender a madurar, defender a la humanidad y tomar su lugar en el olimpo de los campeones, incluso si estos poderes conllevan una gran responsabilidad (a lo Spider Man pero sin el drama) que lo lleve a su máximo sacrificio. ¿Lo logrará el chistoso joven convertido en súper adulto?
El poder de la familia es canon: la verdadera fuerza de Shazam
Algo de lo atractivo que tiene esta cinta es que, a diferencia de la anterior, no se centra del todo en Billy y sus problemas para aprender a ser el súper que debe, sino que trata de mostrar un poco más de la familia política alrededor de él. Si bien en muchos casos lo hace de manera superficial, es en el caso de Freddy (Jack Dylan Grazer) y su alter ego heroico que se siente un arco bien llevado para entender que no existe el mágico Batson sin él y los demás.
Con él, vemos no sólo esta contraparte de nuestro protagonista, sino que recuerda que estos héroes son solo unos pubescentes que lidian con hormonas y problemas de gente que se aproxima a la adultez, las responsabilidades reales y un mundo un tanto desconocido. Además, funciona como un ancla interesante para la presentación de Rachel Zegler en este universo, que curiosamente también tocan el tema de las relaciones familiares y las diferencias que se crean en ellas.
Claro que, a nivel guion, se puede decir que este enfoque no es tan profundo, pero a veces la simpleza en una película hecha para entretener se aprecia. Además, Dylan Glazer tiene grandes momentos acompañados de buenas líneas que, por momentos, luce mejor que el mismo Levi/Angel. Ni qué decir del conflicto entre las Diosas, que puede sentirse forzado pero con la química entre las tres villanas funciona en el nivel más elemental y necesario posible.
Entre lo entretenido y lo malo: ¿Le falta magia a Shazam?
Hay que reconocer que existen momentos de la secuela que rozan mucho el absurdo, pero ¿qué podemos pedir del humor de un héroe que realmente es un niñote que no sabe que hacer y que sigue en el dilema entre crecer o aceptar su rol? Esto es parte de la personalidad de Shazam, que se cierne como un Deadpool sin ser pervertido, violento o con la incesante vena de romper la cuarta pared. Aquí simplemente sigue siendo ese adolescente que dice babosadas que pueden o no conectar con uno, una problemática que causó división desde su primer filme.
Aquí, David F. Sanberg repite esa fórmula, no busca renovar ni darle una seriedad a su héroe porque es consciente de que no la necesita. Shazam es un chiste andante, colorido, medio torpe, pero sobre todo alejado de las pretensiones de seriedad y oscuridad que en algún momento DC quiso sembrar. A final de cuentas, es una adaptación de un cómic cuya función principal es entretener. Y aunque no sea el MCU, si recuerda la explotación del absurdo de la ficción en que se inspira.
Claro, hay momentos donde hasta se da el lujo de hacer comerciales o incluso referencias graciosas a otras sagas en los que puede ser chocante, pero también se da el lujo de respetar la esencia de su protagonista sin hacerlo inexpresivo y básico como Black Adam o metiéndolo en dilemas cuasi religiosos de dioses como el Superman de Snyder. Ese tono juguetón y medio menso es algo que Sanberg conserva, regalando cameos interesantes y apariciones sorpresas que le suman al factor de entretenimiento que se puede disfrutar sin mayor pretensión.
Un factor que si es flojo es el de los efectos visuales, un apartado que parece ser el motivo de pesadillas para este género de cierto tiempo a la fecha. Si bien hay momentos en los que los diseños de personajes resaltan bastante, especialmente hacia el clímax del filme, también hay puntos en donde el trabajo en ellos deja mucho que desear.
Fuera de ello, la música de Christophe Beck así como la fotografía de Gyula Pados logran buenas cosas en los aspectos de producción de esta épica aventura. Aunque esta secuela ya no tiene la identidad de una cinta ochentera de aventuras adolescentes, ¡Shazam! La Furia de los Dioses aprovecha lo bobalicón de su personaje en plena crisis del género de superhéroes para recordarnos que, a veces, necesitamos tomarnos menos en serio este tipo de relatos, cuya verdadera magia debe siempre ser el entretener.