Cine
Crítica de La Sirenita: Halle Bailey rompe los prejuicios en un buen live action
Después de tanta polémica, que si la agenda woke o la inclusión, llegó el momento de que La Sirenita, este live action de otro clásico bien amado de Disney, llegue a salas. ¿Conservará la magia de la que carecen la mayoría de estos proyectos o la metemos en el cajón al lado de Dumbo (Burton, 2019) o Pinocho (Zemeckis, 2022)? Aquí les platicamos.
¿De qué va La Sirenita?
Para aquellos que jamás se han topado con esta historia, esta es una adaptación libre que toma como base el cuento del danés Hans Christian Andersen, en el que una pequeña sirena que está a punto de cumplir 15 años podrá tener un vistazo al mundo de la superficie. Pero ello tendrá consecuencias, pues conocerá a un príncipe del cual se enamora y… bueno, no es momento de romper el encanto para aquellos que no conocen el relato.
A partir de esta idea, han existido muchísimas adaptaciones, incluyendo una de Studio Ghibli dirigida por Hayao Myazaki llamada Ponyo: El Secreto de la Sirenita (2008). Si bien, el folclore del que nace es nórdico, el relato de la pequeña sirenita ha trascendido no sólo generaciones sino las barreras del idioma, etnias y países, dándose a la libre interpretación conforme a las ideas culturales de cada uno.
Magia y carisma bajo el mar
Si bien la polémica se desató ante el anuncio de la actriz y cantante que haría de Ariel en este live action, hay que ser francos. Halle Bailey tiene una voz impresionante que, en cada número musical, estremece con todo y los cambios mínimos en las rolas. Gran parte de que esta ‘nuerva’ versión funcione es gracias al carisma y encanto que ella transmite en las escenas.
Asimismo, La Sirenita se acompaña de estos personajes que conservan su corazón como el crustáceo Sebastián, interpretado por Daveed Digs, o la gaviota Skuttle con voz de Awkwafina, quienes se llevan el premio al mejor nuevo número musical en esta versión con un rap efectivo portador de malas noticias que resulta hilarante.
Pero es la bruja del mar, Úrsula, a quien da vida Melissa McCarthy, quien encaja perfecto no sólo con la gran interpretación sino por el humor retorcido de ella, siendo una antagonista ideal para aquellas pobres almas en desgracia. También se aplaude el rol de Javier Bardem como el Rey Tritón, explorando su etapa rosa con papeles mucho más familiares que lo alejan de aquellos villanos o roles para adultos, creando buena química con Bailey.
Shalalalalala, ¿y los musicales bajo el mar?
La música y temas originales de Alan Menken, con todo y ciertas modificaciones hechas para esta nueva versión de La Sirenita, siguen cumpliendo su cometido. Aunque de los números musicales Bajo el Mar luce un poco deslucido, es el carisma de Digs como Sebastián el que hace que la rola siga siendo contagiosa. Ni qué decir del momento estelar de Halle con Parte de Él, donde su gran voz conserva mucha de la fuerza de la versión animada.
Pero es con Bésala que Rob Marshall saca toda la experiencia en el cine musical para dotar de esa magia y encanto al momento, mismo que incluso resulta mejor que el de la versión animada, mostrando que no siempre es tan difícil transmitir emociones en este tipo de filmes. Eso si, de los temas nuevos compuestos para este live action entre Menken y el latino Lin Manuel Miranda solo hay uno que le da brillo a La Sirenita, ese rap curioso entre Skuttle y Sebastián que resulta bastante agradable.
De hecho uno de los momentos más malos del filme es ese intento de transmitir a través de canciones la experiencia de Ariel al poner pie en tierra y tratar de conquistar al príncipe Eric, un añadido de una media hora que si bien muestra el espectro del mundo real con el que la pequeña sirenita tanto soñaba, resulta bastante flojo con todo y los temas que escuchamos cantar a través de sus pensamientos.
Pequeños detalles submarinos
El diseño de producción crea un buen contraste en el mundo submarino con el de tierra y el vestuario no está nada mal. Sin embargo, es el apartado de los efectos especiales el que, de ve en cuando, rompe la ilusión del filme. Ese problema que últimamente pega duro en las producciones de Disney los sigue persiguiendo a ratos, especialmente en el mundo bajo el mar o en el diseño de un personaje clásico como lo es Flounder, que luce horrendo y es rebajado a un pelele.
A nivel guion, David Magee no busca complicarse ni meterse en líos de inclusiones forzadas, no se mete con la esencia de la villana ni mete un tema musical de empoderamiento de la nada (como si lo hizo el bodrio de Aladdin de Ritchie). Simplemente toma el referente existente y le hace unas modificaciones a la princesa y sus motivaciones que se sienten naturales.
Claro está que, en el camino de esta adaptación live action, hubo momentos que fueron sacrificados como ese salvaje musical de la cocina o la bastante malita canción de introducción de las hermanas de Ariel, detalles que afortunadamente no afectan al relato. De hecho, la primera hora de La Sirenita básicamente es lo mismo que en la animada pero con detalles agregados.
Sin embargo, también existen ideas no tan bien llevadas como ese mensaje en pro de la naturaleza, mostrando la contaminación del mar a manos de los hombres que se queda ahí, en un comentario que no va a más. Aunque también muestra una faceta de la sirenita empoderada que se entiende y no afecta el resultado final. Otro punto a favor es esa relación entre padre e hija que se siente más emotiva gracias a la química entre Bardem y Bailey.
Con altos y bajos en la marea, La Sirenita de Disney no es el mejor live action de la casa del ratón pero definitivamente si se destaca por conservar un corazón propio, por no ser solamente una copia sin alma sino por esforzare en transmitir ese encanto que, gracias a una buena dirección y un cast destacado, provoca que los más prejuiciosos se puedan dejar ir por la belleza de la historia que conquistó a una generación a principios de los 90 y que ahora busca abrirse paso ante nuevas audiencias.