Cine
Chicas Pesadas, un musical divertido y “muy fetch”
Las plásticas están de vuelta con una versión de las Chicas Pesadas que tiene grandes números musicales y una que otra sorpresa.
No cabe duda que Chicas Pesadas del año 2004 es uno de esos clásicos contemporáneos que ha trascendido entre generaciones. Sin embargo, gracias a una de sus principales creadoras, Tina Fey, este relato vuelve en forma de musical, tratando de llegarle a una generación que vive sumergida en las redes sociales en busca de popularidad. ¿Logrará esta nueva visión basada en el montaje de Broadway estar a la altura de la original?
De qué trata Chicas Pesadas
La nueva estudiante Cady Heron (Angourie Rice) está a punto de experimentar lo que es la cadena social alimenticia al toparse con el grupo de élite de las chicas populares: ‘Las Plásticas’, lideradas por la ‘reina’ Regina George (Reneé Rapp) y sus secuaces, Gretchen (Bebe Wood) y Karen (Avantika). Ante la seducción de convertirse en alguien más del grupo popular y mientras se dispone a acabar con el máximo depredador del grupo con la ayuda de sus amigos marginados Janis (Auli’i Carvalho) y Damian (Jaquel Spivey), Cady deberá aprender a mantenerse fiel a sí misma.
Hablar de Chicas Pesadas es voltear a ver de dónde proviene originalmente. Si bien ésta es la versión que busca adaptar la obra de Broadway nominada a doce premios Tony en 2018, en sí la génesis de ambos filmes y la versión teatral provienen de un libro llamado Queen Bees and Wannabes, escrito por Rosalind Wiseman. Esa obra buscaba ofrecer una perspectiva distinta sobre el modo en que los adolescentes expresan sus emociones y se relacionan con sus padres, sus amistades y sus parejas, una especie de monografía de la vida colegial y los dilemas que presenta.
Ese material en manos de la comediante Tina Fey dio pauta para que creara a todos estos personajes y, sobre todo, aquellos conflictos que viven con base en sus propias experiencias preparatorianas. Sin embargo, en esta nueva visión hay ligeros cambios en su narrativa visual y, claro está, el unirse a la fiebre de musicales que son remakes o precuelas de una historia ya conocida.
Los directores Samantha Jayne y Arturo Perez Jr. asumen la difícil responsabilidad de que su ópera prima se aun recordatorio de un clásico que continúa haciendo ruido en las presentes generaciones, sin embargo logran añadirle su propio estilo gracias al regreso de Fey como guionista, lo cual ayuda a que la esencia del mensaje de las Chicas Pesadas sea como la materia, no se crea ni se destruye, solamente se transforma a la forma de un musical bien ejecutado y en donde el ser popular ahora depende de las infames redes sociales.
De inicio, la secuencia inicial anuncia dos cosas importantes: que este es un cuento con una moraleja acerca de los peligros de las clases y prejuicios en la vida escolar. Por otro lado, también está el encuadre: un formato horizontal como si fuera una pantalla de celular, anunciando justamente que estas Chicas Pesadas han llegado al nuevo milenio, aquel donde los TikToks, las historias en Instagram y demás alcances tecnológicos, nos han alcanzado y tienen más peso al servir como un chismógrafo digital que opaca todo Burn Book posible.
Ese factor es el principal atractivo de este nuevo enfoque, uno que apega a la ‘chaviza’ que si bien sigue conectando con los dilemas de Regina, Cady y compañía, ahora lo hace con un enfoque moderno donde los celulares y los likes son lo más ‘fetch’. El otro aporte, claro está, existe en las canciones, compuestas por Jeff Richmond y escritas por Nell Benjamin, que respetan por completo a las de la obra teatral y ayudan con la narrativa del filme.
Jayne y Perez Jr. consiguen adaptar estos números de forma correcta a la pantalla, dándoles una mirada que no deja de ser teatral a estas Chicas Pesadas, pero dándole una dinámica importante así como una estética que llega a sacar chispas en algunos como Sexy, donde Avantika explota la personalidad torpe de su personaje, o World Burn, tema que acompañado de unos colores rojos intensos y de un gran ensamble actoral en el número, muestra el verdadero demonio que es Regina George.
Hablando del elenco, definitivamente es Reneé Rapp quien se lleva las palmas en este nueva versión pues su interpretación de Regina George resulta maquiavélica, perversa y a veces hasta absurda, dándole un enfoque diferente al que en su momento le dio McAdams hace dos décadas. Desde su mirada hasta la forma de caminar, ya no digamos su fuerza vocal en las canciones en que participa, ella se roba las escenas cada vez que aparece.
El resto de las ‘Plásticas’ tampoco canta mal las rancheras. Si bien Avantika tiene una canción en la que brilla, es Bebe Wood la que muestra un extraño carisma como la amiga fiel de Regina que por momentos parece no estar tan de acuerdo con su filosofía voraz. Sin embargo, no todo el cast corre con la misma suerte, pues a pesar de los esfuerzos de Angourie Rice de sobresalir como una Cady decente, el fantasma de la señorita Lohan es simplemente muy grande para quitárselo de encima. Ni qué decir de Auli’i Carvalho, que ofrece chispazos agradables pero no son suficientes para crear un rol memorable a pesar de tener más peso que en la versión anterior.
Tal vez el gran pecado y peso que tiene esta versión musical de las Chicas Pesadas recae en que inevitablemente será comparada por los fans de la original y tacha de innecesaria. Asimismo, esta adaptación peca de alargarse en ciertos momentos del segundo acto donde la parte musical desaparece para dar pie al argumento que todos conocemos de la original, sumándole ciertos detalles de inclusión que realmente no aportan a la trama.
A pesar de esos pequeños detalles, este proyecto funciona para una generación que no se despega del celular, que vive de la inmediatez y que no percibe los peligros de la popularidad, resaltando así el mensaje inicial de cuento con moraleja, en el que las falsas apariencias y los mares de likes nos hacen olvidar que no importa como somos, ni de que grupo social, simplemente hay que aceptarse a uno mismo y pintarle el dedo medio a quien no le parezca. Y si lo haces cantando, qué mejor.