Pólvora Live
Los Monjo: estar en su concierto es desenfreno total
Nos lanzamos ver a Los Monjo en el Festival Catharsis en uno de los shows más intensos que hayamos visto. Aquí te contamos todos los detalles.
Un momento con el que nunca pensamos volvernos a reventar en un slam. Los Monjo, una de las bandas más cabronas que presenciamos en el Festival Catharsis, con un show especial, todo su repertorio y con su vocalista original, Tucho, de regreso en el escenario.
Hace poco tiempo nos fuimos a la aventura en un camión lleno de rockeros rumbo al Festival Catharsis. Un viaje muy surreal por supuesto, ya que pasaron non-stop películas de perros muriéndose queriendo ser humanos. Mejor me empedé con mis amix de los Carrion Kids y listo, cagados de risa Liz, Rojo, Cachi, Miki y yo llegamos a Guadalajara.
Todo el festival muy chido, organizado por gente bonita y amable. Pasamos el día tranquilo con tortas ahogadas y tacos al vapor. Entre discusiones sobre GG Allin and The Murder Junkies con Cosmo de la banda Satánico Pandemonium y pláticas sobre Tank Girl con la caricaturista Mini Lara, el tiempo vuela a gusto. Pero cuando empiezan Los Monjo, se me vuela la cabeza, literal.
Los Monjo: rock para perder la cabeza
Todos los ojos en el escenario y las mandíbulas trabadas a punto de explotar y dejarse ir con este show imperdible. Los cuatro pero al final cinco hermanos de Jalisco son la esencia del punk. Tucho llega ya algo tomado, se sube al escenario y dice algo incomprensible al micrófono y con un señal invisible la banda truena duro. Desde el principio se arma el slam destructivo y hermoso. Estoy en el cielo. Estar en un concierto de Los Monjo es desenfreno total, es chingarte a tu madre y disfrutarlo.
Los Monjo son de lo mejor que he vivido. Tigre en la batería no nos deja descansar, se aloca y nosotros nos alocamos con él. Se quita la playera y nos revela su tatuaje de ACAB (all cops are bastards) que decora su pecho. Peter en la guitarra suelta los riffs peligrosos mientras Rene mata al bajo sacándole las notas prohibidas.
El slam no para y en algún momento la gente tira la valla, gritando “No hay salvación, no hay solución” a todo volumen. Nos volteamos a ver en el slam, nos entendemos: estamos viviendo un momento especial, destapamos un secreto en este mundo. Estar en un concierto de Los Monjo es desenfreno total, es chingarte a tu madre y disfrutarlo. Y mi madre se llama Tucho, es andrógino, es sexy y su voz es lo máximo. Amo a las bandas que tienen a sus vocales sueltos, sin instrumentos más que la voz que te amarran en tu lugar. Eso sería cómo ponerle la correa a Mr. Pickles.
La licuadora del mosh pit escupe al mero YellOh! justo en frente de mi, me ve a los ojos, me pasa una lata de Four Loko y dice: “fourlokeate!” No se diga más. Entre crowdsurfing y un Four Loko ya pre-calentado, un güey se aloca demás y empieza a soltar puñetazos de manera random. Pero viene Miki Navajas al rescate. Todavía en su vestuario del show previo de Carrion Kids, calzones y mayas, corre a tirarlo al piso y lo cachetea hasta que se calma el cabrón, y va por su chela de cortesía a la barra.
Mientras tanto escándalo, Tucho perdió su micro por bailar y coquetear, una fan se lo recoge del piso y se lo regresa. Tucho se brinca a la gente y al slam cantando. Lo empujamos con respeto y cariño.
Nos vamos felices, en el camión de perros masoquistas y bebidas tibias.