Contra todos: Bill Skarsgård da una divertida cátedra de acción

No hay nada más deleznable que sugerir “apagar el cerebro” antes de ver una película. ¿Qué es eso? ¿Es cómo cuándo Homero Simpson va al molino de sidra y pierde el conocimiento para no escuchar a Flanders? Porque así, es la manera en la que siempre quieren justificar cuando sus blockbusters veraniegos, son un fiasco. Contra todos, en cambio, es ese entretenimiento que sí debe verse y dejarse llevar por esa emoción cargada de testosterona, una aventura de venganza exageradamente convencional pero, carajo, hecha a la perfección.

Así como en la cuarta entrega de John Wick, Bill Skarsgård demuestra en este tributo al cine de acción lo versátil de su actuar más allá del horror o los seriales adolescentes donde muchos lo conocimos. El hombre es una evolución del súper soldado ochentero inflado en esteroides a favor de un guerrero igual de hábil pero de físico más realista… Eso sí, sordomudo y con la voz interna más genial de todas. Una maravilla.

De qué va Contra todos

Durante su infancia, un jovenazo sin nombre es testigo de como su familia es asesinada por el maligno régimen de Hilda van der Koy, una fascista que cada año, realiza el sacrificio de doce personas al azar. El niño logra escapar y al jurar vengarse, comienza un riguroso entrenamiento con excéntrico chamán. Una vez listo, es hora de la acción.

Desde Nobody no sentía esta emoción con un filme del género, la adrenalina de una matanza predecible pero muy satisfactoria. Es un trabajo hecho con todo el afán de entretener a los fanáticos de estas carnicerías, sin mayores pretensiones de ahondar profundamente en sus personajes o contar historias sin chiste. Contra todos es impulsada por esta camada de películas como Manos a las armas o Hardcore Henry, donde lo que brilla es lo absurdo de la acción, lo exagerado y estilizado de sus coreografías y sobre todo un humor divertido.

Cada secuencia nos lleva a recordar los mejores momentos que nos dieron los héroes de antaño a la Stallone o Schwarzenegger, en este entorno post apocalíptico de vibra retro, similar a como fue The Running Man. En el mundo gamer se le conoce como boomer shooter a estos trabajos donde lo que sobra, es la testosterona desbordada en parajes de esta misma estética, algo que también está forjando una tendencia en el cine más allá de emular la fórmula auto impuesta por los estudios tras el éxito de John Wick.

El humor, en gran parte, se basa en la discapacidad que nuestro protagonista sufre de niño. Pero más allá de llevarlo lo trágico, le da la vuelta de la manera más épica posible. Al presentarse en voz en off, escuchamos la clásica voz profunda, varonil, decidida. “Cómo no recuerdo mi voz, me di está muy genial que me recuerda a un videojuego”, dice el diálogo. A partir de ello, las risas no paran pues según él, ya es experto en leer los labios de la gente pero la mayoría de las veces, no entiende nada cuando le dicen algún plan y termina actuando por impulso.

Los accidentes provocados por su falta de comunicación y las reflexiones (“¡sí, estoy en un equipo!”), llevan a la trama a un sinfín de ocurrencias surrealistas donde hasta el propio Skarsgård se cuestiona de si lo que ve, es real o no, como su enorme antagonista: el pirata de una caja de cereal. Hermoso.

Además del actor sueco, a cuadro aparecen Famke Janssen como la mencionada villana en un acto de belleza y elegancia como siempre ha sabido. Brett Gelman, el simpático conspiranóico de Stranger Things también juega un rol importante y finalmente, a Andrew Koji ya le encantó ser ese patiño como en Tren Bala. Buen elenco donde cada elemento aporta algo interesante o jocoso al relato.

Pero lo que me parece aún más digno de celebración, es su soundtrack. No tienen idea de como se agradece, a estas alturas del partido, no escuchar por quincuagésima ocasión las canciones más quemadas del hard rock (como ocurre en Profesión Peligro, ejem) y en cambio, entramos de lleno al mundo del sintetizador al puro sentimiento de los 80. Cortesía de Ludvig Forssell, compositor de cabecera de Hideo Kojima que entendió este sentimiento de videojuego que transmite la cinta.

Contra todos es un eco a las noches de viernes en Videocentro, adornado por sus letreros neón y escaparates llenos de títulos violentos, a la mirada inocente que caía fascinada ante ver semejante espectáculo de plomazos y guamazos; es una experiencia nostálgica en un sentido noble. Es para quienes se emocionan por ver la misma secuencia una y otra vez, compartiéndola con amigos en noches de maratón.

Ni siquiera el exceso de escenas melosas (porque vaya que hay varios) o la falta de un desarrollo elaborado del universo donde transcurre todo a favor de pasillos interminables llenos de secuaces, opacan tan tremenda personalidad. Es la película de acción del año. De Sam Raimi como productor, rindiéndose homenaje así mismo con sus guiños a Army of Darkness, no podía esperarse menos.