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Pólvora Live

Pixies en el Metropolitan: noche de gloria al rock alternativo

AJ Navarro

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Los oriundos de Boston, Pixies, hicieron una escala en el Metropolitan antes del Corona Capital Guadalajara para presentar su album Doggerel

Nacidos en 1986, separados en 1993 y reencontrados en un nuevo milenio, Pixies es el más claro ejemplo de la trascendencia de una banda que, a pesar de no interactuar con su público y ser tachados de fríos por ello, es algo que a sus fans no les importa. Para muestra, la devoción mostrada por ambas partes en un Teatro Metropólitan lleno donde por casi una hora con 40 minutos, la banda creada en Boston conquistó los corazones de miles de devotos chavorrucos con ese rock que los marcó en sus vidas.

Un, dos, tres, cuatro: la sinergia musical de Pixies

Tomando como pretexto el lanzamiento de su nuevo álbum de estudio, Doggerel, el cuarteto rockero regresó al país, siendo su primera escala la CDMX, donde durante las dos primeras llamadas antes del inicio del recital las chelas y los souvenirs bonitos pero caros, con playeras de 600 pesos y sudaderas de 1200, iban llenando de una vibra en la que ninguno de los miembros del público parecía ser menor a los 25 años, algo que no suele pasar muy seguido en estas tocadas pero que hablaba de lo que es ser fan de esta agrupación.

Ante la tercera llamada a las 9:10 la oscuridad llenó el local para que el baterista y el resto de la agrupación aparecieran en el escenario. Con la batería mostrando el emblema de la ‘P’ característica de Pixies, fue David Lovering quien llenó todo de energía al primer batacazo después del llamado a guerra del ‘un, dos, tres, cuatro’ para comenzar con Cactus y Ana.

Un, dos, tres, cuatro. La batería de David Lovering jamás perdió la fuerza esta noche con Pixies. Foto: Lulú Urdapilleta / OCESA

Mientras Black Francis, haciendo honor a su nombre ataviado todo de negro, al lado de Joey Santiago haciéndole segunda en la guitarra de poder, Pixies se movía entre las luces y sombras sin buscar una interacción con su audiencia, simplemente generando esa conexión profunda con ellos a través de sus temas, mezclando clásicos con nuevas rolas que generaban momentos de simple escucha y otros de entrega total dignos de una banda establecida.

Mientras que una iluminación sencilla pasaba por diversos colores como el blanco, azul o rojo, cuatro grandes luces fijas rodeaban el cuadro del escenario como si estuvieran en un set enorme de fotos mientras sus fans no dejaban de estar parados desde el primer minuto de la tocada, mostrando que para ser un público tirándole en su mayoría a los 40, la energía fluía como si fueran unos adolescentes en voga, recordando esas épocas gloriosas al lado de Pixies.

Si bien la energía se sentía a tope en momentos de calma y locura, la buena vibra de Paz Lenchantin, argentina nacionalizada estadounidense, se hacía ver cada que salía de los espacios oscuros del escenario para mover su bajo melódicamente, cantar al lado de Francis de vez en cuando y, cómo no, regalar un par de sonrisas, gritos y poder con los fanáticos que seguían conectados a ese mar de temas que la banda interpretaba.

Aunque Black Francis no interactúa con el público, los fans de Pixies se rinden ante su presencia y voz en el escenario. Foto: Lulú Urdapilleta / OCESA

La energía de los chavorrucos estalla: la explosión de Pixies

Los guitarrazos y la actitud positiva no cesaban, las manos en alto y los eventuales brincos de emoción (y hasta una que otra camisa aventada al aire) mostraban que, aún sin una sola palabra por parte del cuarteto, la sinergia era absoluta. Sin embargo, Pixies siempre sabe cómo detonarlo todo y esta noche en el Metropolitan no fue la excepción cuando los acordes del clásico Gouge Away, al lado de luces verdes, los coros de Paz, los solos de Joey y esa voz auténtica de Black, lograron hacer un cambio en el sentir de la velada.

El combo seguido deWave of Mutilation, , Head On (cover de Jesus and Mary Chain) y Velouria causaron el estallido de emociones por parte de todos, que como fieles soldados al servicio del rock alternativo, desfilaron por todas las emociones existentes mientras los gritos en español del vocalista diciendo ‘hermanita ven conmigo’ provocaban euforia total al ritmo de Isla de Encanta.

Pero toda fiesta de Pixies tiene su momento solemne, el cual llegó cuando todos le rindieron el pésame a cierto simio en otro de esos grandes clásicos del rock de su repretorio, Monkey Gone to Heaven, una de las más ovacionadas de la noche. Con la locura por los cielos, Hey, otro de los himnos del cuarteto originalmente creado en Boston, provocó que el mar de celulares se alzaran al unísono junto a las vibras que disponían a grabar el tema, recibiendo un saludo indirecto que, definitivamente, fue algo mutuo.

Paz Lenchantin y su carisma innegable en el bajo son parte del encanto de Pixies. Foto:, Lulú Urdapilleta / OCESA

El juego de luces y rock con ondas clásicas seguía revitalizando las vibras del público que lucía entregado, disfrutando cada minuto del espectáculo, coreando a todo pulmón, gritando cada vez que un solo se aparecía o que el vocalista daba un recital para comenzar otra rola. Incluso, la sombra del baterista se reflejaba en las paredes del lugar de vez en cuando, como si un guardián de la música se cerniera ante esos devotos fans que estaban ahí no por lo saludos ni el desmadre, sino por la experiencia de la música en sí.

La ceremonia con los Pixies llegó a su final de manera catártica con el último gran estallido al ritmo de una guitarra distorsionada y los coros de ‘woooo oooo’ que acompañaban una de las grandes preguntas que la banda ha planteado y que, a la fecha, sigue sin respuesta: Where is my Mind?, donde los cuatro miembros del grupo se rindieron ante la emoción de los mexicanos que se rindieron por completo ante un ritual revitalizador de rock para sus almas.

Parecía que llegaba la despedida, Joey Santiago se colgaba la bandera de México y Paz Lenchantin corría de un lado a otro agradeciendo a todos los asistentes. Pero Pixies tendrían un regalo más para sus fans, un cierre por demás poderoso con Debaser, donde todo el recinto retumbó como siempre lo han hecho, haciendo que las almas más viejas o los jóvenes de veintitantos se unieran al unísono con los sonidos de una banda que ofreció una noche de gloria para el rock alternativo. Siguiente parada: Guadalajara.

La guitarra y solos de Joey Santiago pusieron a vibrar a los 'chavorrucos' que llenaron el Metropólitan. Foto: Lulú Urdapilleta / OCESA

Comunicólogo, amante del cine, la música y todo lo que sea cultura. Forjando una carrera en el medio desde 2018 a la fecha. Colaborador en varios espacios, consciente de que un gran poder conlleva una gran responsabilidad.

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