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Cine

Crítica de El Menú: degustando una de las mejores películas de Anya Taylor-Joy

En El Menú, una de las reglas es no tomarle fotos a la comida para enfocarse en disfrutar el momento.

Mario Valencia

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El Menú con Anya Taylor-Joy

El estreno de la semana es amplia candidata a una de las mejores películas del año. Una producción de Adam McCay, El Menú, protagonizada por Ralph Fiennes, Anya Taylor-Joy y Nicholas Hoult, es el divertido análisis de un mundo absorto en presunciones, aspiracionista (cómo dijera aquel) a formar parte de una elite acomodada, fría y materialista.

Con elementos de thriller, diálogos ocurrentes y un fuerte discurso sobre la frivolidad, el filme podrá ser una amalgama de ideas ya vistas pero que funcionan a la perfección al invitar al público a burlarse de sus propios vicios.

EL MENÚ: EL DISCRETO ENCANTO DE LA DECADENCIA

Tyler, un entusiasta por la comida gourmet (o foodie, término acuñado por la chaviza), lleva a Margot a una excéntrica cita: una cena en el prestigioso restaurante Hawthorne, ubicado en una alejada isla. Ahí los comensales son recibidos por una experiencia culinaria que inevitablemente, terminará en la muerte de todos.

El Menú es una excelente comedia negra que hereda ese repudio hacia la burguesía que en su momento, fue la comidilla de Buñuel. Algunos de los estereotipos clásicos como el adinerado matrimonio en senectud o el insulso sabelotodo comparten espacio con personajes que se han vuelto indispensables para la mofa en redes sociales. Ahí tenemos al actor fantoche que finge toda su vida con tal de impresionar (a pesar de su nulo éxito), los influencers empresarios reemplazan a los clérigos de antaño y mis favoritos, los críticos culinarios que justifican cuanta pretensión se les ofrece como un nuevo estado del arte; esto se mantiene como el comentario a seguir toda la trama.

La clave para entender el encanto de la cinta es analizar este discurso sobre trivializar no solo el arte y la comida, sino la vida misma. La forma en la que Tyler idolatra al Chef al punto de dar por sentado su concepto, muestra lo cegado de un sector en busca de pertenecer a algo más grande que ellos mismos. “La gente que idolatra músicos o atletas, son idiotas”, dice. Llevar su fanatismo al mundo culinario lo acerca a esta conciencia de manipular la muerte en ingredientes como la carne. Se convierte en un dios dentro de su idiosincrasia tan fantasiosa para mostrar un nivel elevado, tan pretencioso como los platillos del chef. Cuando es puesto en evidencia… Es una maravilla.

El Menú con Anya Taylor-Joy
Nicholas Hoult interpreta a Tyler, un obsesivo aficionado a las experiencias gastronómicas que, para ser más coloquial, es un tremendo mamador. Imagen: Searchlight Pictures

La comida del chef pone en evidencia estos males que propaga el esnobismo. El menú ridiculiza la fascinación por “vivir experiencias únicas”, estos complejos elitistas que alejan de la realidad a los consumidores. Ni siquiera les importa la comida, solo quieren pertenecer, tristemente, a un momento efímero que terminarán tirando por el baño. ¡El turno de pan sin pan lo vuelve un jocoso John Cage gastronómico!

El cierre es una hilarante catarsis para los protagonistas. Es tan absurdo ver como se resuelve para ambas partes pero a la vez, satisfactorio por como se reencuentran con el placer en lo mundano.

Da la impresión que El Menú será más valorada a futuro, cuando la gente en unos años voltee a entender las fugaces costumbres que vivimos en 2022 que seguramente, darán paso a mayores defectos en la sociedad.

El Menú con Anya Taylor-Joy
El personaje de Anya representa a la mayoría de la población: ¿quién carajos se llena con un plato que aspira a ser más una decoración? Imagen: Searchlight Pictures.

EL BOCADO FINAL DE EL MENÚ

Aunque El Menú no reinventa nada, la ejecución es perfecta. De nueva cuenta retomo a Buñuel, pues es inevitable no notar la influencia de El ángel exterminador y El discreto encanto de la burguesía entre lo insensato de las situaciones, la claustrofobia que provoca y el comentario tan preciso que lanza hacia las clases altas, incapaces de defenderse con tal de guardar las apariencias.

Una de las preguntas lanzadas por el chef es de esas frases que marcan: ¿cuál es el propósito del artista cuando ha perdido el rumbo? Una reflexión sobre la caída del arte por el capricho de las altas esferas que arrebatan la sensibilidad al creador.

Ralph Fiennes da una de sus mejores actuaciones, sobrio, siniestro, despojado de la pasión que lo acercó a una cocina en primer lugar. Asimilar su intención de purificar las mentes decadentes es una catarsis. Anya Taylor-Joy continúa su racha de éxitos; se ha ganado su lugar como la estrella de la década. Ella es brillante para este tipo de situaciones como lo demostró en Pura Sangre (2017).

Completan el cuadro John Leguizamo como este remedo de actor cobarde y Janet McTeer en el papel de la periodista que puso en el mapa al personaje de Fiennes. Ver esta cinta es indispensable.

Como acotación irónica, al final de la función nos regalaron una ligera cena. En El Menú, una de las reglas es no tomarle fotos a la comida para enfocarse en disfrutar el momento. Que simpático fue ver a casi todos los compañeros haciendo caso omiso a lo que acabábamos de ver. Bárbaro.

Fotógrafo y reportero desde 2015, programador del Festival Macabro, profesor de Historia del cine en la FES Acatlán y coordinador de materiales en Filmin Latino.

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