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Cine

Crítica de “¡Qué viva México!”, la cúspide de la mediocridad nacional

Finalmente, llega a salas ¡Qué viva México! la nueva película de Luis Estrada y Damián Alcázar. Lástima que el encanto se perdió.

Mario Valencia

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Reseña de ¡Qué Viva México!
1 Reviewer
Calificación

Mucha discusión sobre censura y falta de apoyo pero al fin tenemos la realidad a la mano. Luis Estrada es uno de los cineastas mexicanos más admirados por el público gracias a sus satíricos retratos de la política nacional. Al menos con La ley de Herodes y El infierno, el autor mostró una gran capacidad para mezclar un humor inteligente con la crítica hacia la dictadura priista y la fallida guerra contra el narco del sexenio calderonista respectivamente. No sólo eso: el hombre creó a algunos de los personajes más icónicos del cine en México como Juan Vargas o el Cochiloco.

¡Qué viva México!, su primer filme en llegar a salas después de 9 años y tras una fuerte polémica debido a los conflictos con Netflix, productora original de la cinta que se negó a estrenarla en salas hace un par de meses, es todo lo contrario a los títulos antes mencionados. Este es un trabajo cobarde, sin idea alguna de que postura ideológica asumir, con un elenco desperdiciado y lo peor de todo, aburrida debido a su trama sacada directamente de una telenovela, sin el carisma visto en el pasado. Cuando tienes a Joaquín Cosío en tres personajes distintos y no sabes que hacer con él, ya de entrada hay un problema.

Reseña de ¡Qué Viva México!
¿Qué te pasó Joaquín Cosío? Eras tan chévere. Imagen: Sony Pictures México.

¡Qué viva México! Retrato de una película cobarde

Francisco Reyes es un hombre de clase alta (un “aspiracionista” cómo dijera aquel) que se ganó su lugar en la sociedad capitalina como un ingeniero respetable. Un día recibe la noticia de que su abuelo, un antiguo minero en el estado de Durango, falleció. Acosado por sus constantes pesadillas, Francisco decide regresar a su pueblo natal con la intención de llevarse una gran herencia que le fue dejada en oro. No será tan sencillo, pues toda su parentela es una bola de baquetones sin oficio ni beneficio que buscará la oportunidad de agandallar tremendo tesoro.

A favor, reconozco que aún hay momentos graciosos en ¡Qué viva México! Cuando logra conectar gracias a algunos diálogos, funciona como en sus mejores tiempos. Lo malo es cuando son contadas las ocasiones en la que estas líneas, salen a escena. El resto, es un compendio del humor más añejo que ni Ortiz de Pinedo se atrevería a repetir hoy en día. No sé en que universo siga pareciendo divertido “el jefe obeso que se acuesta con su secretaria para obtener favores”. Pero ese es el menor de los problemas.

La película simplemente no funciona por la carencia de lógica, falta de sustento en el discurso y elementos sobre los que se desarrollan la trama. Estrada no tiene idea de que quiso retratar y termina por lucir más a una mirada juzgona desde el privilegio que una crítica basada en realidades. Amo como se quejan de la forma en la que es retratada México cuando el pueblo de la familia Reyes, está totalmente sacado de una caricatura de Speedy González (hasta con tono sepia), estancado en personajes irreales.

Reseña de ¡Qué Viva México!
Uff, ¿chistes de infidelidades con los cuñados en ¡Qué viva México!? Claro, al fin que seguimos en 1988… ¿No? Imagen: Sony Pictures México.

De nueva cuenta insisto en la falta de dirección: en ocasiones glorifica la pobreza, en otras la critica y finalmente, aplica el discurso de el “pobre es pobre porque quiere”. Si los Reyes son jodidos es porque son unos perezosos ladinos. Nunca buscaron la solución a sus problemas, solo esperaron a que se resolvieran de la nada. No, señor Estrada. La vida es distinta en los pueblos y llevan un ritmo muy distinto al de la ciudad.

Lo peor es cuando tienes un elenco generacional, junto a tus cómplices de siempre y ninguno funciona. Jamás había visto una dirección de actores tan errática como la de ¡Qué viva México! Mientras que Alcázar no tiene peros en refritear a sus personajes de Un mundo maravilloso y La ley de Herodes (porque ya se siente Peter Sellers para hacer múltiples personajes a la vez), Alfonso Herrera luce en desesperación absoluta por la falta de rumbo. Porque de nuevo, el director confunde todo el tiempo la ambición con la avaricia y es cuando desata el caos entre todos los personajes.

Este conjunto de errores dura tres horas, exhibiendo aún más todos sus defectos. Sobre todo el insufrible tercer acto donde hay una incapacidad para resolverlo: o critican que los gringos se apropian de la minería nacional (tema esbozado en solo dos escenas), o el melodrama familiar o se dan cuenta que al final, no se dio algún tipo de comentario que justificara la intención irónica del título.

Por más que intente escudarse en referencias a películas como El lugar sin límites o Mecánica nacional, no puede disfrazar semejante pastiche que desde el instante en el que se atrevió a arrancar con una secuencia de sueño (mismas que se repiten y no aportan nada al desarrollo del personaje de Herrera), cavó su propia tumba.

Conclusión

Si Netflix no quiso sacarla a salas fue porque sabían el riesgo al que se enfrentarían. ¿De verdad creen que la gente después de enterarse sobre la verdad de ¡Qué viva México! querrá ir a alguna de las tres mil salas que presumen tener después de la primera semana? Muchos se acercarán con la ilusión de re encontrarse con actores muy queridos, queriendo revivir glorias pasadas y saldrán con una enorme decepción.

El filme ni termina por ser esta fantasía panfletaria (jódanse con su Banco del Bienestar en primer plano) ni una crítica audaz como lo fue en el pasado. Es sólo el melodrama rancio de telenovela de “¿han notado todas las diferencias entre ricos y pobres?”. Estrada y Alcázar ya no son subversivos: son patéticos.

Fotógrafo y reportero desde 2015, programador del Festival Macabro, profesor de Historia del cine en la FES Acatlán y coordinador de materiales en Filmin Latino.

2 Comentarios

1 Comentario

  1. Andres

    24 marzo, 2023 en 2:24 am

    La mera verdad a mi me hizo reir un poco por que me recuerda aun pequeño conflicto que tengo con mis tios por los terrenos que me dejo el abuelo

  2. christian Calderón

    30 mayo, 2023 en 12:03 pm

    Totalmente de acuerdo con está crítica. Película patética a más no poder. Con un Estrada refritiando temas y personajes de Ripstein y queriendo beneficierse del tipo de personajes construidos por el cine realista italiano y por Buñuel, no logra más que un retrato realmente aberrante y aburrido en el que el inicio de risa termina apagado por un dolor de estómago que causa la mirada caricaturisada de la pobresa. Y el mensaje más claro: “ese pueblo al que le dicen bueno, no es más que un pueblo flojo, corrupto, pervertido, decadente, aprovechado, dependiente” hunde en la mediocridad de ideas todo el planteamiento del churro de Estrada. Un lástima.

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